El Evangelio
según San Marcos
4. Las argumentaciones
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
4. Las argumentaciones
Marcos comienza a narrar el ministerio público de Jesús con un día típico ambientado en Cafarnaún. Un sábado por la mañana, día de fiesta, día de reunión en la sinagoga. En la sinagoga, mientras Jesús enseña, un hombre poseído lo interrumpe y Jesús lo libera. Hace un éxodo, un anticipo del éxodo pascual. La gente está maravillada. Se pregunta ¿qué es esto? y se responde: Es una enseñanza nueva. La enseñanza de Jesús es de una cualidad que no existía antes.
La novedad radica especialmente en el hecho de que la enseñanza de Jesús está unida con su autoridad. Jesús dice y realiza lo que dice. Marcos continúa la descripción de la jornada de Jesús en Cafarnaún, presentando el momento del mediodía en casa con los amigos Simón, Andrés, Santiago y Juan. “Después salió de la sinagoga y de inmediato se dirigió a casa de Simón y Andrés”.
Notemos esa insistencia típica de Marcos con el adverbio ‘de inmediato’ que sirve casi como un hilo de sutura para mantener juntos los episodios y crear una conexión rápida entre una cosa y la otra, sin demasiadas interrupciones. “La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo comunicaron inmediatamente. Él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles”.
Si comparan este acontecimiento con el texto paralelo de Mateo, podrán ver fácilmente que Mateo tiene un texto más simple, esencial, más sagrado. Presenta a Jesús con un aura superior; en cambio Marcos describe el episodio con características vivaces, brillantes, pintorescas, muy humanas. Jesús va a almorzar en la casa de amigos; son ellos los que le hablan a Jesús sobre esta mujer que está enferma. Jesús se acerca, la envuelve con su brazo, la toma de la mano, la hace levantar.
Es un gesto significativo. Jesús toma en mano a la humanidad enferma, la levanta en brazos, la hace capaz de nuevo servicio. Y luego, esa mujer se pone a servirles. Se pone a hacer de comida para todo el grupo. Mateo dirá que lo servía. El episodio se vuelve simbólico y sintético. En cambio, en Marcos el fondo es mucho más humano.
Terminado el sábado, a la puesta del sol, se extiende la voz sobre el prodigio obrado por Jesús en la sinagoga y todos los que tenían algún enfermo los llevan a Jesús para que los cure. La casa de Pedro se llena de gente. Y Jesús cura a muchos. Pasa toda la tarde junto a esta gente, en medio de la muchedumbre. “Muy de madrugada se levantó, salió y se dirigió a un lugar despoblado, donde estuvo orando”. No es que la mañana siguiente al sábado sea domingo.
A la mañana temprana del domingo Jesús se levanta, los demás aún duermen. Jesús se levanta y va un lugar retirado; todavía está oscuro, y reza al Padre. Jesús es un hombre maduro, capaz de relaciones humanas maduras. Sabe cómo estar con la gente y sabe estar solo. No es dependiente de la multitud; no es uno que se aísla para estar solo. Es un hombre que sabe estar en todas las situaciones. Y cuando la gente lo busca se deja encontrar y se queda con la gente, pero no se olvida de la necesidad de tiempo orante, de la soledad, de la interioridad.
Cuando los amigos se despiertan y no lo encuentran en casa, van a buscarlo y lo encuentran en las colinas, detrás de la aldea de Cafarnaún y le dicen: “Todos te están buscando.” Jesús responde no regresando a Cafarnaún pues su misión es anunciar el Evangelio de Dios a todos. Cafarnaún es el punto de partida, el comienzo de la irradiación del mensaje. Jesús no quiere que un grupo, un ambiente, una ciudad le dicten lo que debe hacer. Comienza su ministerio itinerante.
La misma naturaleza de su predicación hizo que sea difícil conocer su experiencia histórica porque ha hecho muchas veces las mismas cosas. Ha repetido la misma enseñanza en muchos lugares similares, cambiando pueblos, entrando en otras sinagogas tenía siempre nuevos oyentes y por tanto tuvo que empezar de nuevo. Y enseñando en las sinagogas de sábado en sábado, comentaba las lecturas de ese día y partiendo de esos textos, anunciaba el cumplimiento relacionado con su persona; con autoridad anunciaba esa buena noticia de Dios: “El reino está aquí, está presente”.
Para dar una imagen sintética del ministerio de Jesús después del día típico en Cafarnaún, Marcos ha recogido una serie de controversias. Encontramos cinco narraciones estructuradas sobre un tema en el que Jesús ofrece una nueva solución. Se trata de las ocasiones particulares de anuncio de la novedad de Cristo. No significa que Jesús tuvo estas controversias unas detrás de otras. Estas son historias formadas por la tradición y puestas juntas por el evangelista. Precisamente porque son cinco textos bastante similares en la estructura para resaltar el contraste de este maestro con la mentalidad dominante de los escribas y Fariseos.
La primera disputa está relacionada con el perdón de pecados, insertada en la narración del milagro de curación de un paralítico. Mientras Jesús está rodeado de muchas personas, cuatro hombres quieren presentarle un pobre hombre paralizado; quitan las ramas que constituyen el techo de una casa palestina pobre y hacen descender al paralítico delante de Jesús. Es una escena particular que involucra a todos los participantes. El foco de atención está concentrado en ese hombre y sobre la actitud de Jesús. Está claro que quieren un milagro; quieren que Jesús cure al paralítico. En cambio, Jesús dice a ese hombre: “Tus pecados te son perdonados”. Y los escribas presentes, que están escuchando a Jesús y probablemente en diálogo con él, piensan en su corazón: “¿Quién se cree ser? Solo Dios puede perdonar pecados… y ¿cómo es que este hombre dice ‘te perdono tus pecados’? Está blasfemando”.
Jesús interpreta sus pensamientos, sabe leer en sus corazones y por eso hace un ‘signo’. Les dice: ‘Ustedes no han visto ningún resultado experimentable a mi palabra cuando le dije ‘tus pecados te son perdonados’. Entonces, para que sepan que el Hijo del Hombre –o sea yo– tengo el poder de perdonar pecados en la tierra, voy a decir otra palabra para que vean un resultado innegable. Se dirige al paralítico y le dice: “Levántate y camina”. Y él se levanta, toma la camilla y se va.
Jesús hizo ese signo para demostrar que tenía la ‘exusía’, la autoridad, el poder de perdonar los pecados. Solo Dios puede perdonar los pecados. Tienen razón… y yo tengo el poder. ¿Qué quiere decir? Es una catequesis hecha con señales vistosas sobre la autoridad de Jesús. Y Marcos subraya este aspecto. Jesús es un maestro que tiene autoridad porque realiza lo que dice. Tiene el poder de perdonar los pecados.
Segunda controversia: Después de haber llamado a Leví, un recaudador de impuestos, para que sea discípulo, Jesús acepta la invitación de ir a la casa de Leví junto con sus otros colegas, gente de mala fama. Y Jesús es criticado por los fariseos porque no era habitual que un escriba frecuentase esta clase de gente. Y, de acuerdo a la ley, no era justo comer junto a los pecadores. Existe siempre una nota de contraste polémico; son, efectivamente, controversias. Y Jesús se presenta como el médico. El doctor para los pecadores; el que tiene el poder de curar a los pecadores.
En Jesús es vistoso el poder taumatúrgico prodigioso de frente a los enfermos. Es un terapeuta que sana a los enfermos. Pero estos signos son para decir que Jesús tiene un poder terapéutico frente a toda persona, en cuanto pecador. Y así se presenta la realidad del pecado como una enfermedad, una enfermedad muy generalizada, una enfermedad que mata.
Son los enfermos quienes necesitan del médico; son los pecadores los que necesitan a Jesús. Y como el enfermo le pide al médico que lo haga vivir venciendo a la enfermedad, Jesús se ofrece a los pecadores como quien los libra del pecado, no para que sigan siendo un pecador. Jesús no va a la casa de los pecadores porque son pecadores y para que permanezcan pecadores, sino que va como médico para eliminar la enfermedad del pecado; para curar al pecador, para cambie de vida. ‘No vine a llamar a los justos porque no hay ningún justo. Vine a llamar a los pecadores’. Vino para sanar a los pecadores.
Tercera controversia, sobre el tema del ayuno. Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; en vez, Jesús con sus discípulos comían tranquilamente. Le preguntan ¿por qué? ¿por qué no siguen las normas? ¿por qué no ayunan? Y Jesús responde con una pregunta de tipo sapiencial. “¿Pueden los invitados a una boda ayunar cuando están con el esposo?”.
En esta controversia Jesús se presenta como el esposo. Pero el esposo en la tradición bíblica es un título divino: ‘Adonai = el Señor es el esposo de Israel’. Y Jesús pretende tener títulos divinos. Es el que perdona los pecados; es el que cura a los pecadores; es el que desposa al pueblo y permite superar esa fase de penitencia y ayuno porque se está celebrando una fiesta de bodas. Es la novedad. No se coloca el vino nuevo en odres viejos. Se necesitan otros nuevos. Jesús es el vino nuevo y está formando una nueva humanidad, capaz de acoger su novedad.
Cuarta controversia. Las espigas recolectadas en día sábado. Es otro episodio de desafío. Un sábado los discípulos de Jesús recogen mazorcas de maíz cruzando un campo de granos. El problema no es el robo; el problema es que es un gesto prohibido en un día de reposo. Los fariseos le dicen a Jesús: mira lo que están haciendo cosas que no deben hacer.
Y Jesús presenta su enseñanza sobre el sábado diciendo: “El sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. La persona es más importante que las normas. Las reglas religiosas deben ayudar al hombre a vivir bien, no a esclavizarlo. Entonces, recuerden bien que el Hijo del Hombre (o sea: yo), es señor también del sábado. Es otro título divino. Jesús se presenta como el Señor del sábado; como el que tiene autoridad sobre este principio de la ley hebraica.
Quinta controversia, también sobre el tema del sábado. Es otra narración de curación. Nuevamente, al entrar en la sinagoga, vio a un hombre que tenía la mano paralizada. Ese hombre no pide nada; se queda en su lugar simplemente con su mano paralizada. Jesús lo nota, lo llama, lo hace poner en el medio, llama la atención de todos sobre esa situación, y pregunta: “¿Qué está permitido en sábado hacer el bien o el mal? ¿Salvar la vida o dar muerte?”. Silencio absoluto.
La teoría era clara: tendrían que haberle dicho que ‘no’, pero en el caso concreto es siempre difícil aplicar la teoría y decirle a Jesús, en ese caso, que no debe curar a ese hombre. “Entonces Jesús los miró indignado, aunque entristecido por la dureza de sus corazones y dijo al hombre: Extiende la mano”.
Aquí tenemos una pincelada típica de Marcos. La mirada circular de Jesús. Muchas veces el evangelista presenta al Maestro que antes de hablar, va girando la mirada fijando sus ojos en cada uno de los presentes. Luego Marcos explicita los sentimientos; dice que Jesús está indignado y triste. Indignado por esa actitud hipócrita de cerrazón, de silencio, de estrechez religiosa. Se entristece porque existe esta situación de religión opresiva. Y entristecido por la dureza del corazón. Por la cabeza dura. El corazón en lenguaje bíblico es el cabeza porque no llegan a entender; y Jesús simplemente dice una palabra: “Extiende la mano”. Y ese hombre se encuentra liberado de su discapacidad. Esa mano que no era capaz de moverse, gracias a la palabra de Jesús se convierte activa de nuevo. Demuestra que tiene un poder; demuestra tener una autoridad religiosa eficaz para el hombre; para la liberación concreta del hombre.
¿Cómo reaccionan los adversarios de frente a estas afirmaciones de Jesús? “Los fariseos salieron inmediatamente y deliberaron cómo acabar con él”. En Marcos 3,6 Marcos hace una primera conclusión. Ya estamos casi al final. Los adversarios ya han madurado la idea de eliminarlo porque es una persona demasiado peligrosa. Pero estamos solamente en un punto medio. Marcos inmediatamente reestructura la historia con otro resumen, otra historia de vocación para luego presentar una serie de nuevas acciones de Jesús con su afirmación sensacional: la de ser Dios; ser quien libera verdaderamente al hombre.