El Evangelio
según San Marcos
6. Los milagros
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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6. Los milagros
La enseñanza en parábolas es una característica típica de Jesús. El evangelista Marcos, en el capítulo 4 de su narración, recolectó algunas parábolas emblemáticas de la enseñanza de Jesús. La primera, casi programática, es la del sembrador, seguida de otra breve narración exclusiva del segundo evangelista. Solamente Marcos presenta la parábola de la semilla que crece sola:
“El reino de Dios es como un hombre que sembró un campo: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, luego la espiga, y después el grano en la espiga. En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la cosecha”.
Esta es una parábola de la gracia, es un anuncio de la extraordinaria intervención de Dios que produce fruto incluso sin que el hombre lo sepa cómo sucede. Después de sembrar, el agricultor puede dormir o mantenerse despierto y su conocimiento de los diversos mecanismos de la botánica no determina el resultado de la semilla. El evangelista Marcos quiere subrayar que la gracia produce efectos extraordinarios para aquellos que están dispuestos a aceptar la Palabra.
No olvidemos que Marcos se está dirigiendo principalmente a principiantes, a los catecúmenos, a aquellos que han estado fascinados por la persona de Jesús, interesados en conocer su mensaje y encontrar su persona. Y por eso, al principio es necesario anunciar sobre todo la gracia de Dios. Es Él quien actúa, es Él quien toma la iniciativa.
El grano de mostaza dice que esa palabra inicial muy pequeña puede convertirse en un árbol, puede acoger a las aves del cielo y convertirse en custodia y protección. Jesús no compara el reino de Dios con una mota de polvo para indicar que es pequeña, la mota de polvo siempre permanece así, no cambia.
En cambio, la semilla de mostaza es muy pequeña; si intentó ponerla en la mano, en la palma de la mano es apenas visible como un pequeño punto negro y, sin embargo, de esa semilla sembrada, brota una planta, casi un árbol de tres metros.
El elemento determinante es el paso, es el cambio; parte pequeña, pero llega a grande; se transforma, se convierte. Así es el reino de Dios. Si lo acoges entra en tu vida y la transforma.
“Con muchas parábolas semejantes les exponía la palabra adaptándola a la capacidad de sus oyentes. Sin parábolas no les exponía nada; pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo”.
No dice que Jesús hablaba en parábolas para ser simple, porque el evangelista ya nos dijo lo contrario. Los discípulos tienen necesidad de la explicación. No es cierto que las parábolas sean elementales; podían entender algo. Jesús anuncia su gran mensaje de manera parabólica, es decir, tocando la realidad apenas un poco y provocando al oyente a que piense para comprender y entrar en la historia, a convertirse en el protagonista de la historia. Los discípulos, en privado, le piden explicaciones a Jesús obviamente porque no han entendido.
Las parábolas no son historias elementales para personas simples, o gente ignorante. Las parábolas son elementos elegantes y sabios, frutos de una reflexión sapiential y destinadas a personas inteligentes, capaces de usar la cabeza y el corazón; capaces de entablar un diálogo con el Señor. Uno puede entender su enseñanza no solo porque la escuchó sino porque al quedarse con el Señor puede pedirle explicaciones. Y el Maestro les explica todo a aquellos que están con él.
Después de la historia de las parábolas, la enseñanza realizada con palabras Marcos enfatiza la acción de Jesús. Su palabra es efectiva, poderosa, realiza lo que dice, y así encontramos, al final del capítulo 4 y a lo largo del capítulo 5, una serie de narraciones de milagros. Ese mismo día después de que terminó la narración de las parábolas en la playa de Cafarnaún, por la tarde Jesús invita a los discípulos a pasar a la otra orilla del lago.
“Ellos despidieron a la gente y lo recogieron en la barca tal como estaba. Otras barcas lo acompañaban. Se levantó un viento huracanado, las olas rompían contra la barca que se estaba llenando de agua”.
El lago de Galilea está rodeado de colinas, pero sobre todo por la parte oriental, a la altura del Golán, a menudo pasan violentas corrientes de aire que causan tormentas repentinas en el lago. Una tormenta de viento. Jesús está cansado por el día, por su enseñanza… sin los medios de amplificación a los que estamos acostumbrados, al aire libre. Esto supuso un enorme esfuerzo… y se duerme en la embarcación.
Los discípulos, en cambio, están ocupados remando, a sostener el timón, a bajar las velas y el viento que sopla fuerte contra ellos los asusta, la barca se llena de agua. La narración que Marcos nos hace, con buena probabilidad se deduce de escuchar directamente la predicación de san Pedro.
Recuerden que al principio dijimos que Marcos fue discípulo de Pedro, creció con él, aprendió el Evangelio al escuchar las historias del discípulo Simón. Y narra su reacción airada, su reacción de enojo, hacia Jesús. “Él (Jesús) dormía en la popa sobre un cojín”. Solamente Marcos informa el detalle del cojín, que de por sí es inútil.
La imagen le debe haber quedado impresa al haber escuchado a Simón Pedro contar el episodio muchas veces. Mientras que él, un pescador experto, trabaja duro para mantener la barca a flote, no ve a Jesús y luego lo entrevé en la parte opuesta, ¡que duerme sobre la almohada! Pedro tiene que hacer un trabajo tremendo… y Jesús duerme. ¿Han tenido alguna vez una experiencia similar, de estar súper ocupado y ver que hay otros que no hacen nada?
Pedro se pone nervioso y ataca a Jesús, lo despierta y le dice: “Maestro, ¿no te importa que naufraguemos?”. Es cómo decir que está allí tranquilamente, durmiendo…. Nos deja hacer todo a nosotros. “Él se levantó, increpó al viento y ordenó al lago: ¡Calla, enmudece! El viento cesó y sobrevino una gran calma”. Entonces él les dijo: “¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?”.
Los discípulos todavía no tienen fe. Tienen miedo en medio de esa noche tormentosa; los discípulos tienen miedo, no se fían de Jesús, lo regañan porque duerme: ‘No te importa nada de nosotros?”. Esto es una pregunta muy humana de aquellos que se encuentran en dificultades y apelan al Señor regañándolo ‘¿por qué me dejas en esta situación, no te importa de mí?’. Tengo miedo porque realmente no confío en él, porque a pesar de todas las palabras todavía no hay una fe tan fuerte que me pone a salvo sabiendo que él es quien maneja la realidad. Los discípulos están asombrados porque Jesús, tan pronto como se levanta, no se pone al timón, al remo, a la cuerda de la vela, sino que habla al viento y al mar, y el viento y el mar obedecen inmediatamente a Jesús, no a los discípulos.
Este detalle es muy importante; las fuerzas de la naturaleza obedecen a Jesús, mientras que los discípulos se resisten. Los parientes lo consideran fuera de sí, los escribas lo juzgan maliciosamente como un aliado del diablo… “Y los discípulos preguntan llenos de temor: ¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?”. Pero todavía no han respondido a la pregunta: ¿quién es Jesús? ¿Quién es? ¿Un hombre muy poderoso? Evidentemente, uno que se hace obedecer por el viento tormentoso y por el mar agitado. Y esos pescadores sabían sobre tales situaciones.
Marcos, hábilmente, diseminó a lo largo de todo su evangelio, las preguntas importantes, ¿quién es este? Recuerden que en la sinagoga de Cafarnaún cuando Jesús comienza el ministerio, la gente se pregunta ¿qué doctrina es esta? Es algo nuevo unido a la autoridad. Ahora los discípulos hacen la misma pregunta. Llegaron al otro lado del lago y se encuentran con un personaje extraño.
En la primera parte del capítulo 5, encontramos la narración de la liberación del endemoniado de la zona de Gerasa. Es una narración que Marcos amplía considerablemente. Si se compara con el texto paralelo de Mateo, en el capítulo 8, se notará cuánto más largo es el texto de Marcos. Por lo tanto, es una observación incorrecta decir que Marcos ha resumido el evangelio. Marcos narra menos episodios y muchas menos palabras que el evangelio de Mateo, pero no es un resumen. Los episodios que narra lo hace de manera decididamente más abundante en comparación con Mateo.
Este es un caso típico: el hombre dominado por el mal; es una víctima del diablo. Es un hombre que vive entre las tumbas, dominado por un espíritu impuro. Lo describe con gran énfasis:
“Habitaba en los sepulcros. Nadie podía sujetarlo, ni con cadenas; en muchas ocasiones lo habían sujetado con cadenas y grillos y él los había roto. Y nadie podía con él”.
Es un hombre incontenible, una furia que vive en medio de las tumbas. Es, en cierta manera, una imagen de la humanidad, de esta pobre humanidad en las garras del mal, furiosa e indomable. Tan pronto como Jesús pone los pies en la orilla, es atacado por este hombre furioso que le grita con insultos:
“¿Qué tienes conmigo, Hijo del Dios Altísimo? ¡Por Dios te conjuro que no me atormentes! (Ya ha anticipado algo) Porque Jesús le había dicho: ¡Espíritu inmundo, sal de este hombre!”.
Es lo mismo que ya hemos visto en la sinagoga de Cafarnaún, al comienzo del ministerio. Jesús ordena al viento y al mar: “¡Cálmate!”. Y ahora ordena al espíritu inmundo: “¡Sal!”. Es este poder maligno que domina al hombre que se arroja contra Jesús, no quiere ser atormentado.
Jesús habla a ese hombre, le hace preguntas y le pregunta: “¿Cómo te llamas? Contestó: Me llamo Legión, porque somos muchos”. En griego dice: ‘Λεγιὼν’ = legion. Es una palabra romana, latina. Es una palabra militar; es una palabra que recuerda al ejército romano de ocupación. Existe una ‘legión’ que está ocupando a un hombre. Existe un problema de tipo político militar que afecta al pueblo de Israel en esos años, pero hay otro tipo de ocupación que es mucho más preocupante que el de las legiones romanas que ocupan el territorio de Israel, es una ocupación de los legionarios diabólicos; es el mundo del mal que corrompe a la persona; y la fuerza de Cristo libera a este hombre con un gesto particular: esa legión de demonios entra en los cerdos que pastaban en esa región y los cerdos se sumergen en el mar.
Es una narración un tanto extraña para nuestra forma de pensar. Ante todo, no olvidemos que los cerdos eran considerados impuros y por lo tanto en el territorio de Israel no había cerdos. Si se encuentran cerdos significa que estamos en el extranjero, y, en realidad, la otra parte de la costa del lago de Galilea pertenece al área de Decápolis, habitada por griegos no por hebreos.
Se hace referencia a la ciudad de Gerasa, que está a unos 20 kilómetros de la orilla del lago, pero fue la ciudad principal de esa región; estamos en un ambiente pagano en el extranjero. Los cerdos criados por estas personas recuerdan un mundo de corrupción. Los que escucharon la noticia, llegan, ven al hombre poseído por la legión, ahora sano en su mente, sereno, vestido, sentado, tranquilo, fue liberado, sin embargo, Jesús no solo le hizo bien a ese hombre, sino que también le hizo daño a los criadores de cerdos quienes lo invitan a irse. Que se retire de su región.
Para hacerme entender, trato de imaginarme situaciones actuales. Piensen en las grandes ganancias que tienen los comerciantes de drogas; la ganancia grande depende de tener muchos clientes. Si alguien se esfuerza en recuperar a las personas de la adicción a las drogas para sacarlas del círculo de traficantes de drogas, estas personas hacen un bien al hombre, pero causan daño a los criadores de puercos. A menudo escuchamos noticias de mujeres que provienen de países pobres y son explotadas, mantenidas en situaciones de auténtica esclavitud y utilizadas como prostitutas.
Si alguien se compromete a liberar a estas mujeres, causa daños porque quien las maneja gana al tenerlas esclavas. Es muy claro que quien se compromete a sacar fuera a estas personas de los sistemas de explotación, producen daños, producen daños económicos a los criadores de cerdos. Y estos invitan a Jesús a que se vaya. Un auténtico empeño a favor del hombre molesta a los que el evangelista llama los criadores de cerdos con el lenguaje simbólico del oriente, es decir, los que están en ese juego diabólico de mantener al hombre bajo presión.
“El que había estado endemoniado le pidió que le permitiese acompañarlo, pero Jesús no se lo permitió. En vez, le dice: ‘Vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor, por su misericordia, ha hecho contigo’”.
Esta es una misión. El que estaba endemoniado y ahora está sano, el hombre libre del poder del mal, se convierte en un misionero, un evangelizador: “Vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor, por su misericordia, ha hecho contigo”. Es decir, el poder con el que el Señor te ha liberado, es tu experiencia humana de liberación lo que debes testificar; no una teoría sino una experiencia concreta que has vivido en primera persona.
El otro episodio milagroso que sigue inmediatamente en el resto del capítulo 5, ofrece dos historias de curación y resurrección, una engarzada en la otra. El jefe de la sinagoga llama a Jesús porque tiene a su hija de 12 años muriendo, Jesús acepta ir con él y en el camino es tocado por una mujer que sufre de hemorragias. Ella comete un acto ilícito porque sabe que es impura; debía mantenerse alejada de la gente, y mucho menos tocar a un rabino. Pero ella piensa, secretamente, que ese hombre la podrá curar y toca por detrás la franja de la capa de Jesús y siente en ella un poder que la curó. Y Jesús siente que un poder sale también de él.
En este caso Marcos subraya cómo ninguno había logrado curar a esa mujer que había intentado muchas cosas, había ido a muchos médicos, había gastado mucho dinero y no había sanado, había empeorado. Es una pincelada casi irónica de Marcos, así como nadie pudo atar al demoníaco, nadie puede curar a esta mujer.
Llegó a la casa del jefe de la sinagoga, la niña ahora está muerta y Jesús la llama a la vida. Al padre le dice: ‘continúa a tener fe, fíate incluso cuando ya no hay vida (porque mientras haya vida hay esperanza... lo decimos también nosotros). Pero ahora ya no hay más vida y le dice: continúa a tener fe porque lo que él considera imposible, Jesús lo logra y va más allá de las expectativas.
Marcos nos informa sobre la palabra de Jesús ‘ipsisima verba Jesu’, como diría el biblista Joaquín Jeremías, las mismísimas palabras de Jesús “Talitá kum” ‘talita – niña; kum – levántate. Pero Marcos agrega eso –te lo digo yo– para dar el tono de la voz de Jesús. Lo ha dicho con una orden potente, ‘Yo te lo digo: ¡Levántate!’.
Jesús ordena el viento, al mar, al demonio, a la muerte. Manda y le obedecen, y todos se sorprenden de este gran poder que tiene Jesús.
Regresa a Nazaret, a su país, en medio de su pueblo y allí es un fracasado. Su gente no le cree y sin fe Jesús no puede hacer señales prodigiosas, no puede liberar a aquellos que no confían en él. Estamos nuevamente en una dimensión de rechazo, de oposición polémica. Y así termina la segunda parte de la primera gran sección contada por el evangelista Marcos.