El Evangelio
según San Marcos
7. La novedad del corazón
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
7. La novedad del corazón
Después del regreso de Jesús a Nazaret, su tierra natal, donde había crecido, comienza en el evangelio según Marcos, la tercera parte de la primera gran sección, la que culmina con la profesión de fe del apóstol Pedro. En esta tercera parte, reanudamos con un resumen y el anuncio de la misión de los 12.
En el capítulo 6, versículo 6, segunda parte, simplemente un resumen muy breve: “Jesús recorría los pueblos vecinos enseñando”. Es una manera de crear una separación, un paso de una sección a otra y retomando lo que era típico de Jesús: recorrer los pueblos vecinos y enseñar. Como ya hemos dicho, cada una de estas partes comienza con una narración de vocación. La primera parte fue la llamada de los primeros cuatro, la segunda parte la constitución de los 12, y esta tercera parte la misión de los doce. “Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros”.
Comienza una misión. Es la primera experiencia misionera. Es la llamada ‘misión en Galilea’. Durante su obra pública Jesús ha mandado a los discípulos por delante de él, para preparar el terreno; para prepararlos para cuando deberían trabajar solos. Esto es muy importante también desde un punto de vista histórico y metodológico. Jesús preparó a los discípulos como un maestro que prepara a otros maestros; y envió a los discípulos a anunciar algo; y les ofreció el contenido de las cosas que debían decir, y les dio el poder de hacer esas cosas. Les dijo cómo comportarse, qué hacer y les comunicó el poder de hacerlo.
Con mucha habilidad, para dejar pasar un poco de tiempo, desde el momento en que los 12 salen para la misión y el momento en que regresan, el evangelista narra el único episodio en todo el evangelio en el que Jesús no es el protagonista, el asesinato de Juan el Bautista. Ya había dicho al principio que había sido arrestado y Jesús comenzó su ministerio solo después de que Juan fuese encarcelado.
Ahora se narra el drama final. Herodes lo encarceló porque Juan lo reprendió por su adulterio, una convivencia ilegal, ya que él estaba con la mujer de su hermano y, sobre todo, esta mujer había convencido a Herodes Antipas y lo había persuadido a silenciar al profeta. Sin embargo, Herodes tenía aún recelos y no terminaba a decidirse y la ocasión propicia para Herodías se presentó el día del cumpleaños de Herodes.
Durante la fiesta, Salomé, la hija de Herodías, baila de una manera fascinante y el rey frente a una gran cantidad de invitados nobles hace una promesa exagerada: “Pídeme lo que quieras, que te lo daré. Y juró (demasiado). Aunque me pidas la mitad de mi reino, te lo daré”. Es una referencia, casi burlona, al libro del Ester, donde el gran emperador persa hace la misma promesa a la reina que, sin embargo, quiere salvar a Israel. Aquí tenemos un rey de ambiente judío que, en cambio, quiere arruinar al profeta; y la mujer no quiere salvación, liberación, vida, sino que reclama como recompensa la cabeza del profeta Juan.
Y Herodes, de mala gana, marioneta como era, se deja convencer, una vez más, y hace lo que le piden. Juan Bautista termina así in-gloriosamente su existencia. Y su martirio es una trágica anticipación de lo que le sucederá a Jesús. También en este caso él es el precursor; precede a Jesús en el nacimiento de la misión y también de la muerte.
Terminado este episodio, Marcos retoma la narración. “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado”. Durante un tiempo estuvieron distantes los unos de los otros, tenían muchas cosas que contarse, estaban entusiasmados con sus éxitos, pero también estaban cansados y Jesús los invita a retirarse a un lugar despoblado para poder descansar, para poder estar solos, pero la gente no los deja en paz, las multitudes siguen a Jesús y también acosan a los discípulos de Jesús hasta el punto de que ni siquiera tuvieron tiempo de comer. Es otra pincelada pintoresca típica de Marcos.
Querían descansar en paz y soledad, pero, en vez, están precedidos por una inmensa multitud. Y Jesús, que quería estar en paz después de recibir la trágica noticia de la muerte del profeta Juan, comienza a hablar con la gente y durante todo el día escucha, habla, cura. Al caer la tarde, están realmente cansados y Jesús propone dar de comer a esa multitud. Es una propuesta extraña.
A los discípulos les gustaría enviarles fuera, que vayan a comprar algo de comer, la zona es desértica. No significa que están en el Sahara, pero están en una zona donde no hay casas y, por lo tanto, no hay tiendas, hay que caminar unos kilómetros para llegar a las tiendas. Ahora es tarde y Jesús invita a los discípulos a que sean ellos los que den de comer al pueblo, comenzando con lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. Jesús toma el pan, lo bendice, lo parte y se los da a los discípulos para que los discípulos los entreguen a la multitud; y todos comieron a satisfacción de esos cinco panes que Jesús había partido después de pronunciar la bendición. ¿Reconocen un lenguaje eucarístico?
La historia de la multiplicación de los panes fue hecha por la comunidad cristiana después de que aprendió a celebrar la Eucaristía y los verbos básicos atribuidos a Jesús son los mismos: tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió, se lo dio. Y los discípulos, se convierten en intermediarios, recibieron ese pan de Jesús y lo transmiten a las multitudes. Y ese pan es suficiente para mucha gente. No es un acto de caridad lo que Jesús hace; no significa que alimente al hambriento.
Es un gesto con el que muestra su poder divino, es capaz de alimentar los deseos de la gente, de dar satisfacción a la búsqueda del hombre. Parte de lo que ya existe y lo multiplica; o, incluso, podríamos cambiar las acciones y hablar sobre un milagro de compartir. Jesús toma el pan y lo parte, lo divide, lo comparte y ese compartir es suficiente para todos, por lo tanto, el milagro radica en compartir lo bueno, es ese poder divino que actúa en Jesús, que se comparte con la humanidad y llega a dar satisfacción a todos. Los discípulos se encuentran en medio de esta misión. Reciben de Jesús y transmiten a otros. Jesús quiere estar solo.
Después de la cena se retira a la montaña a rezar; y los discípulos parten solos en la barca al mar. Y, bien entrada la noche, incluso cuando está por despuntar el alba, Jesús los alcanza caminando sobre el agua. Es otro gesto de poder. Jesús sabe alimentar a la gente. Jesús puede dominar la fuerza del mar.
En el lenguaje bíblico el agua, y especialmente el mar, es un símbolo caótico primordial. Son las fuerzas del mal y Jesús camina sobre el agua, o sea que logra dominar el elemento líquido, considerándolo como sólido. Es el mal que domina el mundo el que debe ser pisoteado por Jesús para encontrarse con los suyos y acudir en su ayuda. Los discípulos se asustan y lo toman por un fantasma, pero Jesús les dice: “¡Anímense! Soy yo, no teman”. Es el Yo Soy divino, es la proclamación del Nombre innombrable de Dios, el Señor de Israel, como se le reveló a Moisés en la zarza ardiente. ‘Soy Yo” – ahora lo pronuncia Jesús. “¡Anímense! Soy yo, no teman”. No tengan miedo que yo estoy aquí, estoy con ustedes, estoy de su parte.
Es una teofanía, una aparición de Dios, una manifestación del divino. Jesús es la revelación completa de Dios presente en la vida del hombre, a favor del hombre. Cuando llegaron a la otra parte, comienza las curaciones en el territorio de los gerasenos. Estamos de nuevo en un contexto de terapia, de ayuda, pero lo que sigue en el capítulo 7, es un momento importante de catequesis.
Encontramos a los escribas y fariseos que vinieron de Jerusalén que se reúnen alrededor de Jesús y le plantean problemas. Le cuestionan la forma de comportarse de sus discípulos. Le dicen que sus discípulos no se lavan las manos antes de comer, es decir, no observan esas reglas de pureza que los fariseos, por otro lado, observaban con gran escrúpulo. Marcos, escribiendo para los romanos que no eran muy entendidos en estas reglas religiosas judías, abre un paréntesis y explica que los fariseos y todos los judíos no comen si no se han lavado bien las manos, siguiendo la tradición de los antiguos y regresando del mercado no comen sin haber hecho las abluciones y observan muchas otras cosas de la tradición, como el lavado de copas, jarras y ollas y vasos de vajilla, de cobre, mesas.
Todas estas reglas de pureza ritual se consideraban muy importantes y Jesús las supera. Va más allá de aquellas tradiciones religiosas judías, refutando un culto hecho de doctrinas que son invenciones humanas; y cita un texto de Isaías en el capítulo 29, donde dice: “Esta gente me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí”. Hay una discrepancia entre los labios que dicen cosas y el corazón.
Los labios son religiosos, dicen todas las oraciones, las fórmulas, las reglas, las normas, pero el corazón está lejos de Dios. Esta es una forma religiosa superficial, inconsistente, que Jesús rechaza, refuta, quiere superar y acusa de descuidar el mandamiento de Dios y observar y la tradición de los hombres.
Debemos tener mucho cuidado de no confundir la Tradición, con la letra mayúscula, con las tradiciones que son nuestros hábitos. La Tradición es solemnemente el pasaje que nos garantiza desde los apóstoles hasta nosotros, la conservación el patrimonio que Jesús nos ha dejado; la fidelidad al Evangelio. La Tradición apostólica que tiene lugar en la Iglesia, no coincide con nuestras tradiciones, con nuestros hábitos, con todas esas cosas que decimos que ‘siempre lo hemos hecho así’, por lo que nuestras prácticas religiosas están llenas de hábitos, algunos buenos y otros malos, que repetimos continuamente porque estamos acostumbrados a hacerlo así. Y esto es también lo que hacían los fariseos; y desafían a Jesús porque él los criticó.
Y Jesús también nos critica a nosotros diciéndonos: ‘Ustedes respetan sus tradiciones, siguen haciendo sus cosas porque estás acostumbrados a ellas, porque les gustan y las llaman ‘religiosas’ pero, en cambio, no observan el mandamiento de Dios. Ustedes hacen lo que quieren, no lo que Dios quiere, y se engañan al decir que son religiosos porque hacen lo que les gusta, repiten sus hábitos, pero están buscándose a ustedes mismos, buscando sus gustos, buscando sus recuerdos y las cosas que les gustan, a las que están acostumbrados, a las cosas que les dan gratificación, que los hacen sentir bien.
Las críticas que Jesús hace a los fariseos siguen siendo válidas para todas las personas religiosas que corren el riesgo de encasillarse en sus pequeños hábitos y perder de vista el mandamiento de Dios.
Jesús en este caso es revolucionario y reforma el esquema religioso, tanto que los discípulos, asombrados, van a pedirle una explicación de lo que él dijo. Jesús dice que la contaminación no viene del exterior, viene del interior. Los fariseos tenían miedo de tocar algo de impuro. ¿Por qué al volver del mercado se lavaban? Porque el vestido, la mano, había tocado objetos mundanos, el mundo es sucio, los pecadores son sucios e impuros. Si los tocas, te contaminas, entonces tienes que lavarte bien de todo lo que el exterior nos ha podido dar.
Jesús dice que no, que la suciedad no está fuera, la tienes dentro, en el corazón. Es inútil que continúes lavándote las manos convencido de que los demás son malos y que puedan ensuciarte. La suciedad viene de dentro, de tu corazón nacen tus pensamientos, tus intenciones, tus palabras, tus gestos. Lo podrido está dentro de cada uno. Es una revolución.
Así que lo importante es cuidar tu corazón, no guardando reglas externas de apariencia religiosa. Tienes que cambiar tu corazón en profundidad y Jesús ofrece esta posibilidad; es él quien da una nueva posibilidad de corazón renovado.
Inmediatamente después Marcos narra el episodio de la mujer siro-fenicia, una mujer pagana que encuentra a Jesús, y le pide su intervención a favor de su hija que estaba dominada por un demonio. Se ve la insistencia de Marcos respecto a esta posesión diabólica, el mal arruina la vida.
Esta es una mujer extranjera que pide Jesús: ‘interviene por mi hija’. Jesús recita la conducta de los judíos fundamentalistas y dice: “Deja que primero se sacien los hijos. No está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perros… “No he venido, excepto para las ovejas perdidas de la casa de Israel” (dice el Evangelio de Mateo). No he venido para los paganos. Los hijos son los judíos y ¿yo voy a tomar el pan y dárselo a los perros? (Le está diciendo a esa mujer que es un perro, ‘perro infiel’. ¿Quién no se hubiera ofendido e irritado?) En vez, esa mujer en lugar de responder a esa actitud negativa con una polémica, sabe dar vuelta la metáfora: ‘Entendido, yo soy un perro, pero en la familia también los perros comen; las migajas y las sobras se las dan a los perros’. Acepta ser considerada un perro y hace notar que también a ellos se les da de comer. Y, frente a esta actitud, Jesús reacciona con su estilo. Le dice: ‘Muy bien… tu fe es realmente grande’. Se ha realizado lo que tú crees, de acuerdo a tus deseos. Esa mujer regresa a casa y encuentra sana a su hija. La fe de esa madre ha liberado a su hija del poder del mal.
Es la liberación incluso de una reacción despectiva. Esa mujer, encontrándose con Jesús se deja curar el corazón, transformar el corazón.
Inmediatamente después, Marcos narra la curación de un sordomudo. Es un episodio exclusivo del segundo evangelista y es un episodio particularmente importante, tanto que ha influenciado el rito del bautismo en la comunidad de Roma porque Marcos escribió precisamente para aquellos que se preparaban para el bautismo en la comunidad de Roma y la curación del sordo mudo es una figura que anuncia la intervención salvífica en el bautismo.