El Evangelio
según San Marcos
8. El episodio de los panes y la profesión de fe de Pedro
Videos por el Fr Claudio Doglio
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8. El episodio de los panes y la profesión de fe de Pedro
La sección de los panes es una parte significativa del texto del evangelista Marcos, quien divide su evangelio en dos grandes secciones. La primera culmina en la profesión de fe de Pedro. Este camino de Jesús con los discípulos se divide en tres momentos.
El tercer momento es la sección de los panes donde se cuenta dos veces la historia del milagro de la multiplicación de los panes. Y varios otros episodios tienen algo que ver con el pan. Por ejemplo, la curación de la hija de la mujer siro-fenicia contiene referencia ‘a tomar el pan de los hijos y tirarlo a los perros’; pero inmediatamente después de este episodio, al final del capítulo 7, Marcos narra otro milagro particularmente significativo.
Es exclusivo del segundo evangelista y tuvo una influencia notable en el rito del bautismo en la comunidad cristiana de Roma; se trata de la curación del sordomudo. Jesús regresa del extranjero, de la región de Tiro y Sidón, pero se encuentra en Galilea en la región de la Decápolis, luego al este del lago. “Le llevaron un hombre sordo y tartamudo y le suplicaban que pusiera las manos sobre él. Lo tomó, lo apartó de la gente y, a solas, le metió los dedos en los oídos; después le tocó la lengua con saliva; levantó la vista al cielo, suspiró y le dijo: Effatá –que significa ábrete. Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó el impedimento de la lengua y hablaba normalmente”.
Este hombre sordomudo es figura de la humanidad en general, precisamente porque siendo sordo también se vuelve mudo. Al no escuchar los sonidos, no escuchando las palabras, no aprende a emitir sonidos y palabras. Es la condición del hombre sordo a la Palabra de Dios; es su incapacidad para entender, para comprender, para acoger la Palabra, así que, por supuesto, se convierte en una incapacidad para comunicarse, para hablar, para recontar esta Palabra que ha recibido.
Jesús interviene terapéuticamente, trata a este hombre. Una vez más Marcos informa sobre una expresión dicha en el idioma hablado por Jesús, en arameo. Luego la traduce, pero la conserva para dar la ‘ipsissima vox’, la percepción de la misma voz de Jesús. “Effatá”, esa palabra que dijo de manera imperativa: ‘Ábrete’. Tenemos a un hombre cerrado y Jesús le da la orden: ‘Ábrete’.
Jesús es capaz de ordenar al viento, al mar, al demonio, a la muerte. Le ordena a este hombre, cerrado sobre sí mismo, de abrirse. Sus orejas se abren, el nudo de la lengua se desata. Es una imagen casi ridícula. Ese el hombre tenía la lengua anudada. La palabra de Jesús la suelta. Este rito se ha mantenido en la celebración del bautismo y continuamos a hacerlo también nosotros con los niños. Después de los otros gestos simbólicos de la unción, de la túnica, de la luz tocamos las orejas y la boca del bautizado diciendo: ‘El señor Jesús que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos te conceda escuchar pronto su Palabra y de profesar tu fe para alabanza y gloria de Dios Padre’.
Escuchar y profesar. Escuchar la Palabra y profesar la fe. Este es el itinerario. Ese hombre sordomudo se convierte en el prototipo del catecúmeno, es decir, del que asiste al catecismo para prepararse a recibir el bautismo, para poder estar abierto a la escucha de la Palabra y capacitado para anunciar su fe. La sección de los panes retoma dos veces una misma serie narrativa.
De hecho, en el capítulo 8 volvemos a encontrar una narración de la multiplicación de los panes. Quizás no sea que ha sucedido dos veces la misma señal de Jesús, sino que ha sido narrado dos veces. Esta segunda narración está ambientada principalmente en un contexto cultural helenista. Notamos que también los números cambian. Ahora la gente son cuatro mil, anteriormente eran cinco mil; los panes son siete y antes eran cinco; las canastas sobrantes nuevamente son siete y anteriormente doce. En la primera narración se conservan los números típicamente judíos; y los números típicamente helenistas conservados en la segunda narración.
Pequeñas variaciones. Son estilos diferentes con los que la primera comunidad ha recontado este episodio. Y el evangelista teniendo delante narraciones diferentes las ha organizado de manera coherente en una presentación literaria importante. Así, en el capítulo 8 volvemos a encontrar la narración de la multiplicación de los panes, al cual sigue nuevamente el paso del mar; y nuevamente una confrontación con los fariseos.
Jesús les dice a los discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos”. Le acababan de pedir a Jesús una señal, para ponerlo a prueba… ‘¿qué señales quieren… con todos los que les hice ver?’. Las señales deben ser comprendidas, deben ser recibidas. “No se les dará ninguna señal a esta generación”. Si no saben leer, ninguna de las acciones de Jesús es significativa, es una señal que comunica algo. “Cuídense de la levadura de los fariseos”. O sea, cuídense de esta manera de pensar, de esta actitud que lleva a la ruina.
Mientras Jesús está haciendo catequesis a los discípulos, ellos están distraídos… tienen sus propios problemas. Se han olvidado de comprar el pan, y probablemente, se echan la culpa unos a otros: ‘te tocaba a ti… es culpa tuya… si te olvidaste por qué no me lo dijiste… no me tocaba a mí…’. Mientras Jesús habla a los discípulos éstos están distraídos, se preocupan de sus pequeños problemas y no ocupados en acoger la enseñanza de Jesús. ¡Son sordomudos! ¡Están sordos! “¿Por qué discuten que no tienen pan?”. En este episodio Marcos pone en boca de Jesús una serie de preguntas martillantes: “¿Todavía no entienden ni comprenden? ¿Tienen el corazón endurecido?” … Claro, no entienden porque tienen el corazón endurecido. O sea que son duros de cabeza.
En el lenguaje bíblico el corazón es la cabeza. El corazón endurecido es la obstinación, la terquedad. “¿Tienen ojos y no ven? ¿Tienen orejas y no oyen?”. Jesús está diciendo que los discípulos son sordos y ciegos. Y Jesús acaba de curar a un sordo y enseguida después curará a un ciego. “¿No se acuerdan cuando les partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántas canastas llenas de pedazos se llevaron? Le respondieron: Doce. Y cuando partí los siete panes para los cuatro mil ¿cuántas canastas llenas de pedazos se llevaron? Le respondieron: Siete. Y les dice: ¿Aun no comprenden?”. ‘Han visto las señales, han visto muchos… se acuerdan de los detalles y ¿no entienden?’.
¿Qué es lo que no entienden? No entienden que Jesús tiene el poder de darles de verdad de comer a ellos. En cambio, ellos están encerrados en sus propios problemas. Han visto los hechos, pero no los han comprendido. Han oído esas palabras, pero no las han acogido con fe auténtica. Permanecieron cerrados en sus propios problemas. Son ciegos y sordos.
“Llegados a Betsaida le presentaron un ciego pidiéndole que lo tocara. Jesús lo lleva aparte, le pone un poco de saliva en los ojos, le impone las manos y le pregunta: ‘¿Ves algo?’ Y aquel hombre responde un poco avergonzado: ‘Sí, veo la gente… las veo como árboles que caminan’”. Evidentemente, la visión no es transparente. Se necesita una intervención posterior. Jesús le impone nuevamente las manos sobre los ojos y después de esta segunda intervención, el ciego de Betsaida ve perfectamente bien. “Fue sanado y de lejos veía distintamente todo”.
Es un episodio interesante y que merece un poco de atención. Daría la impresión que Jesús no fue capaz de curarlo en un primer momento. Se necesita una segunda intervención. Después de la primera intervención, el ciego comienza a entrever algo, pero no ve claramente. Se necesita una segunda fase, de una segunda intervención de Jesús y luego el ciego puede ver claramente.
¿Qué quiere decir? Esta es otra página exclusiva de Marcos y tiene un valor simbólico y catequético notable. Las dos fases corresponden a las dos partes del Evangelio. La obra de Jesús es una intervención terapéutica de curación. Y hace alusión al discípulo. Ellos son los ciegos. Ellos son los sordos. Ven, pero no entienden. Escuchan, pero no creen. Se necesita una intervención sanadora. Jesús está curando las orejas, los ojos, la boca, el corazón de los discípulos.
La primera parte del Evangelio culmina con la profesión de fe del apóstol Simón. En realidad, la encontramos inmediatamente después de la curación del ciego de Betsaida. “Jesús emprendió el viaje con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Felipe. Por el camino preguntó a los discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo?”. Son los discípulos los que se están curando de su ceguera, de su sordera. Y la profesión de fe de Pedro, vértice de la primera parte, no es la última palabra. Es como el ciego que comienza a ver algo. Ve la gente como árboles que caminan.
La respuesta que da Pedro: “Tú eres el Cristo” es una primera respuesta… ya es algo. Es el reconocimiento del mesianismo de Jesús, pero no es el culmen de la fe cristiana. Jesús pregunta: ‘¿Cuáles son las opiniones corrientes sobre mi persona? Los otros, los de fuera, ¿qué piensan sombre mí? Le informan de las varias opiniones que circulaban entre la gente. Todas son identificaciones con personas ya conocidas… ‘¿Qué dicen de mí?’. Dicen que eres Juan Bautista… otros dicen que eres Elías o alguno de los profetas”.
Juan Bautista acababa de ser asesinado y alguien imagina que haya regresado prodigiosamente; o que Jesús sea Elías… se esperaba que Elías regresase antes del gran evento, por tanto, podría ser él. O uno de los profetas. Son todas personas del pasado. Es difícil imaginarse la novedad; existe siempre el apego a lo que ya ha sucedido. Jesús, en realidad, es nuevo, es una sorpresa… va más allá. No esperan lo que verdaderamente es Jesús.
Pedro intenta una respuesta que vaya más allá. ‘Y ustedes (insiste Jesús) ustedes que son mis amigos, ustedes que han estado conmigo, que me han acompañado dentro y fuera, en el exterior y en Israel, y han visto tantas señales… ustedes, ¿qué experiencia han hecho? ¿Qué dedujeron de todo lo que han visto, sentido, vivido? Pedro le responde sintéticamente: “Tú eres el Cristo”.
Pongamos atención a no mezclar los evangelios unos con otros. Nosotros tenemos en la mente la respuesta según Mateo. Ahora estamos leyendo el Evangelio de Marcos. Según Marcos, la respuesta de Pedro es esencial: “Tú eres el Cristo”. Punto. Que Jesús sea el Hijo de Dios, será la segunda profesión de fe. Aquella será el vértice. Y será proclamada por el centurión romano al pie de la cruz, después de ver cómo murió Jesús.
Esta es la segunda parte. Es necesaria una segunda intervención curativa de parte de Jesús. Es necesaria la revelación de la cruz, es necesario el camino formativo del discípulo, de una catequesis más profunda respecto al primer anuncio. Es necesaria la experiencia fuerte de la cruz de Jesús.
Después que Pedro le dijo: 'Tú eres el Cristo', Jesús no lo felicita. No lo elogia, como si quisiera afirmar ‘hemos llegado al vértice’. NO. Les ordenó severamente de no hablar sobre él a nadie. Severamente. ¡Quédense callados! Estas cosas no las deben decir. Nada de felicitación… ¿Por qué? Porque Pedro aún no ha comprendido bien. Decir que Jesús es el Cristo, de hecho, no significa haber comprendido quién es Jesús, porque no tenían las ideas claras sobre Cristo y lo que él debería hacer.
Era un título típicamente político y podía incluso ser usado en ámbito militar; podría ser el pretendiente al trono, un candidato político a tomar el puesto de mando para guiar el ejército. Por tanto, la profesión de fe de Pedro, simplemente reconociendo el mesianismo de Jesús no es el vértice.
Es una primera etapa de curación. Se necesita una segunda fase y una intervención más profunda. No es suficiente decir que Jesús es el Cristo, es necesario llegar a reconocerlo Hijo De Dios, viéndolo morir en la cruz; reconociendo que el Cristo da la propia vida. Vence perdiendo. Salva muriendo. “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir”.
En el capítulo 8, versículo 31, encontramos el verbo ‘comenzó’. Es un indicio importante. El Evangelista nos está diciendo: ‘aquí comienza la segunda parte’. Con la profesión de fe de Pedro ‘Tú eres el Cristo’, termina la primera parte. Con el versículo siguiente, comienza la segunda.
Comenzó a enseñarles. La primera parte estaba caracterizada por el verbo ‘anunciar’, ‘proclamar’. Es el primer anuncio que lleva al reconocimiento mesiánico. La segunda parte se centra en la catequesis. Jesús les enseña a los discípulos el sentido profundo de su mesianismo. "El Hijo del Hombre tenía que padecer mucho”.
Aquí está el punto central de la segunda parte del Evangelio de Marcos que comienza en este punto. ¿Recuerdan el primer versículo del Evangelio?: Comienzo de la Buena Noticia que dice, primero: Jesús es el Cristo; segundo, Jesús es el Hijo de Dios. Se acabó la primera parte y ahora comienza la segunda para tener una visión clara y distinta de la realidad, hasta llegar al reconocimiento que Jesús es el Hijo de Dios.