El Evangelio
según San Marcos
10. El camino de formación de los discípulos
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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10. El camino de formación de los discípulos
En la segunda parte de su evangelio, el evangelista Marcos narra el itinerario formativo con el que Jesús ha tratado de marcar la mentalidad de sus discípulos. Tres veces repite el anuncio de su inminente pasión, muerte y resurrección, pero cada vez, los discípulos no entienden y reaccionan de manera negativa. Después de la primera profecía de la pasión, en el capítulo 8, encontramos la reacción de Pedro, que lleva a Jesús a un lado y comienza a regañarlo porque, según Pedro, las palabras de Jesús son extrañas, absurdas y erróneas.
Notemos el contraste de las dos escenas. Pedro acaba de profesar su fe en Jesús diciendo “Tú eres el Cristo” e inmediatamente después lo regaña porque dijo cosas equivocadas… ¿Es esto fe? ¿Es cierto que Pedro confía en Jesús? Si lo regaña es porque cree saber mejor que Jesús cómo están las cosas. Jesús acaba de decir que en Jerusalén será asesinado y Pedro considera absurdo este hecho; y cree que la forma de ver que tiene Jesús no es correcta.
Trata de corregirlo. Lo hace al menos con un poco de educación porque ha llevado al Maestro a un lado y lo hace en una voz baja, cara a cara sin ser visto por los otros. En cambio, Jesús reacciona de manera dramática: “Jesús se volvió, y viendo a los discípulos, reprendió a Pedro: ¡Aléjate de mi vista, Satanás! Tus pensamientos son los de los hombres, no los de Dios”. Satanás es un término hebreo que indica la función del fiscal; es un término que indica al que obstruye, bloquea el camino, pone palos en las ruedas, diríamos nosotros hoy.
Este es el escándalo, el obstáculo, lo que bloquea el camino y hace caer. Jesús llama a Pedro ‘Satanás’, eres un obstáculo, eres un bloque… no precisamente un discípulo fiel, creyente en el mesianismo de Jesús. Es un Satanás. Es un término común. No se podría decir que el discípulo es un demonio porque el término ‘demon’ o demonio indica una naturaleza sobrehumana, un espíritu rebelde. Es el espíritu impuro, rebelde a Dios, enemigo del hombre. El discípulo es un hombre, no un ángel; no es un puro espíritu.
El término ‘satanás’ traducido al griego como ‘diabolos’ = diablo es un nombre común, es un nombre que se le da a los que se oponen, a los que boicotean, a los que reman contra corriente. 'No eres un discípulo fiel, sino uno que pone obstáculos'. “Tus pensamientos son los de los hombres, no los de Dios”.
Aquí está el punto delicado. Pedro, y también los otros discípulos de los que él es portavoz, tienen un pensamiento humano, muy humano, demasiado humano, terrenal. No pueden entender lo que Jesús está diciendo, y no intentan entenderlo. Lo aceptan como Mesías, lo quieren bien como hombre, pero se oponen a esa línea peligrosa del sacrificio de la vida.
Después de este primer anuncio y el primer malentendido, sigue una primera catequesis. Jesús llama a la multitud y les dice que si quieren venir detrás de mí, tienen que decir que no a sus ideas, arriesgar la pena de muerte –quería decir terminar en la cruz– y seguirme, aprendiendo de mí, haciendo como hago yo, aceptar mi enfoque. Luego siguen algunos episodios en los que Jesús confirma su línea. En la montaña se transfigura y muestra su rostro glorioso. La voz del Padre les dice a los discípulos: ‘Escúchenlo’. ‘Él tiene razón’. Él tiene razón en lo que estaban hablando.
Mientras bajan de la montaña, encuentran a los discípulos involucrados en un exorcismo, pero no pueden expulsar al diablo; y Jesús interviene liberando a ese niño. El diálogo con el padre del niño poseído es maravilloso. Se vuelve hacia Jesús diciéndole: “Si puedes hacer algo” y, de acuerdo con el estilo narrativo de Marcos, Jesús responde con cierto ceño fruncido: “¿Cómo si puedo? Todo es posible para el que cree”. Y ese hombre dice: “Creo; pero socorre mi falta de fe”.
Aquí está la intención fundamental de Marcos, catequista de los catecúmenos. Hay personas que creen, que aceptan, que se dicen disponibles, como los discípulos; pero todavía están marcados por la incredulidad, todavía necesitan ayuda para madurar y creer realmente.
Llegamos ahora en 9,31 a la segunda profecía de la pasión, e inmediatamente después encontramos la segunda escena de malentendido. Mientras Jesús hablaba de su inminente destino de muerte, los discípulos discutían entre ellos sobre el orden de precedencia, se distribuían los lugares de honor. Cuando Jesús les preguntó de qué estaban hablando en el camino, se avergüenzan de contestar, se quedan en silencio porque entre ellos hablaban sobre quién fuera el primero. No habían entendido el estilo de Jesús.
Prácticamente todavía no entienden y, por lo tanto, sigue la segunda catequesis sobre el servicio: “El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos”. En esta sección, Marcos ha recopilado una serie de catequesis de Jesús sobre el discípulo: que no se den escándalos a los pequeños; sobre la elección de un matrimonio que sea realmente regalo de vida para toda la vida. La aceptación de los pequeños, es decir, de aquellas personas que no tienen un papel social importante, los que no cuentan; la elección de Jesús en lugar de las posesiones humanas … el joven rico se va triste, incapaz de separarse de sus posesiones.
Y llegamos al capítulo 10, versículo 32, al tercer anuncio de la pasión; el más explícito donde Jesús hace una descripción en anticipación de su pasión: “Miren, estamos subiendo a Jerusalén: el Hijo del Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los letrados, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos, que se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y le darán muerte, y luego de tres días resucitará”.
Aquí está todo el esquema de la futura pasión: el arresto, el interrogatorio frente a los sacerdotes y a los escribas, la sentencia, la transferencia a la corte romana, seguida de la burla, de los azotes y la ejecución capital; pero la última palabra es la resurrección. Por tercera vez los discípulos dan una clara señal de no haber entendido.
Inmediatamente después, de hecho, Marcos dice que los discípulos Santiago y Juan se acercan a Jesús y le piden algo: “‘Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir’. Les preguntó ‘¿Qué quieren de mí?’ Le respondieron: ‘Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda’”. ¿Qué gloria esperan? Esperan una toma del poder político administrativo; esperan que en Jerusalén Jesús suba al trono para convertirse en rey y organizar un nuevo gobierno para el cual necesitará dos ministros principales, uno a la derecha y uno a la izquierda; los dos primeros lugares del nuevo gobierno. Y Santiago y Juan se postulan. ‘Queremos esos dos primeros puestos’.
Jesús acaba de describir en detalle lo que le sucederá en Jerusalén y los discípulos que lo aprecian, no han entendido nada, no comparten su mentalidad, siguen teniendo sus propias ideas, permanecen fijos en sus esquemas. Y Jesús responde que NO, no les da esa satisfacción. Si hubiesen comprendido lo que le preguntan, el puesto a la derecha y a la izquierda de Jesús estará ocupado por dos bandidos, crucificados con él, esa será su gloria. Pero si realmente hubieran aceptado el discurso de Jesús y hubieran imaginado que los lugares principales eran los de dos condenados a muerte, no lo habrían pedido.
Jesús les pregunta si están dispuestos a beber el cáliz que él debe tomar. Es una imagen semítica para indicar que enfrentarían dificultades. Ellos dicen que sí. “¿Pueden recibir el bautismo que yo voy a recibir?". No es una imagen litúrgica sino simbólica. El bautismo significa inmersión ¿Están dispuestos para una inmersión total en las dificultades que me sorprenderán? Le dicen que sí. ‘Está bien, entonces les concedo el honor de sufrir conmigo’.
Poco después llegan a Jericó, que es la última etapa del viaje de Galilea a Jerusalén. Y en Jericó Jesús cura a un ciego. Otro ciego. El ciego de Betsaida, fue sanado en dos etapas, antes de la profesión de fe de Pedro. El ciego de Jericó fue sanado de una sola vez; y también en este caso tenemos el símbolo teológico de los discípulos transformados por gracia.
Para que los discípulos de Jesús puedan entender algo y aceptar su mentalidad, se necesita un milagro. No se llega con la propia fuerza, simplemente con sus razonamientos. Se necesita una intervención desde arriba, una obra prodigiosa con la cual el Cristo les abra los ojos. Esta es una imagen del bautismo, es decir, el don de la gracia.
Cuando uno está disponible para recibir a Jesús, incluso si no lo comprende, está listo para recibir la gracia del sacramento; y de una manera sacramental, el Señor transforma verdaderamente el corazón, la mente. Es como abrir la cabeza de los discípulos y poner una nueva idea dentro, una nueva forma de ver. Es cómo abrir los ojos de este ciego. Notemos un detalle importante; cuando el ciego Bartimeo tira la capa y corre hacia Jesús porque Jesús lo llama, Jesús, le dice: “Qué quieres que haga por ti?”.
Notemos que es la misma pregunta que hizo poco antes a los discípulos Santiago y Juan. A ellos les dijo: NO. En vez, a Bartimeo que le dice: “Señor, que vea”, le dice SÍ. Jesús continúa preguntando: ¿Qué quieres de mí? Y ¿cuál es la pregunta que el catecúmeno, el que se prepara para recibir la gracia bautismal, debe pedir? La luz. La posibilidad de ver. ‘Ábreme los ojos… ábreme el corazón… ábreme la cabeza… déjame entender tu estilo’. “Al instante recobró la vista y lo seguía por el camino”.
Este es el evento importante; el ciego curado sigue a Jesús en su camino y el camino de Jesús es la que va de Jericó a Jerusalén, 30 kilómetros con mil metros de subida; es la etapa de un día. Una dura jornada de camino. Una salida hacia el desierto hasta llegar a Jerusalén, donde le espera el trágico epílogo. Y el discípulo figura de todo discípulo – el discípulo ciego, una vez curado, sigue a Jesús en el via crucis, ese camino que lleva a la cruz.
En el capítulo 11 comienza la sección que narra el ministerio de Jesús en Jerusalén. Comienza con la historia de la entrada clamorosa del Mesías que llega montado en un burro, según un versículo del profeta Zacarías, una imagen de mansedumbre, de debilidad. No llega como un líder, montado en un gran caballo, a la cabeza de un ejército; llega como un campesino montado en un burro. Es casi una controversia antimilitarista, un signo profético de ese Mesías manso y apacible, que está desarmado para eliminar carros y caballos de guerra.
Es aclamado por las multitudes, pero es una aclamación superficial. ¿Vimos cuán superficial es la fe de los discípulos? Viven con él, lo aprecian, y sin embargo, no pueden todavía adherirse a su mentalidad; y mucho menos la multitud. La muchedumbre ha aceptado a este profeta que viene de Galilea porque hace milagros; porque esperan de él tener ventajas políticas; cada uno sueña con sus propios intereses privados y aclaman a Jesús porque les conviene, pero no están realmente convencidos de lo que Jesús está llevando. Los días siguientes Marcos los narra como momentos de catequesis, momentos formativos dentro del templo, con las autoridades de Jerusalén y es precisamente ese choque lo que se convierte en la anticipación del final trágico y la sentencia de muerte de Jesús.