El Evangelio
según San Marcos
12. De la Cruz nace la fe auténtica
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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12. De la Cruz nace la fe auténtica
“Faltaban dos días para la Pascua. Los sumos sacerdotes y los letrados buscaban apoderarse de él mediante un engaño para darle muerte. Pero decían que no debía ser durante las fiestas, para que no se amotinase el pueblo”.
Así comienza el capítulo 14 del Evangelio según Marcos. Narra la pasión de Jesús de una manera impactante. Los capítulos 14 y 15 de Marcos representan la culminación de la narración, con los trágicos eventos de la condena, de la muerte y de la resurrección de Jesús. Es el momento fundamental de la historia evangélica. Un erudito del pasado dijo que el Evangelio de Marcos es la historia de la pasión con una larga introducción.
Todo lo narrado hasta el capítulo 13, no es más que una introducción al evento de la pasión. Para entender el drama nota que las autoridades judías han decidido eliminarlo; molesta, es un profeta peligroso, pero en su proyecto les gustaría evitar el festival de Pascua que ya era inminente porque hay mucha gente en Jerusalén y temen que la gente está del lado de Jesús.
Proyectan arrestarlo después de Pascua. Este es un primer final en el que Marcos muestra que Jesús es el dueño de la situación. No lo capturan cuando ellos quieren, lo capturan cuando él decide ser aprehendido. Y su asesinato tendrá lugar durante la Pascua porque es allí, en ese contexto histórico y festivo, que se cumple el proyecto de Dios de la nueva alianza.
Al final del discurso escatológico que se presenta en el capítulo 13 de Marcos, Jesús menciona la vigilancia necesaria de los discípulos en cuatro momentos: “Porque no saben si el Señor viene al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o de mañana; que al llegar de repente, no los sorprenda dormidos”. En la noche es el momento de la cena de Pascua; a medianoche es la oración en Getsemaní y allí los discípulos duermen; al canto del gallo es la negación de Pedro y, de otra manera podemos decir que el discípulo está durmiendo; en la mañana, Jesús es traído ante Pilato, sentenciado a muerte, y colgado en la cruz.
La advertencia está dirigida a los discípulos: no duerman frente al drama de la cruz, es decir, no se separen, estén listos con los ojos bien abiertos, no como personas ciegas sino como personas sanas, capaces de ver lo que el Señor realiza.
La primera escena de la historia de la pasión se desarrolla en Betania y narra una cena en la que una mujer no identificada realiza una acción profética desperdiciando el perfume muy caro, “Quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza de Jesús”. Los antiguos perfumistas empacaban estos perfumes preciosos en frascos de alabastro que se sellaban; tenían un cuello muy delgado que no se podía abrir, sino que tenía que romperse. Cuando se rompía el vial de alabastro, el perfume tenía que usarse, ser derramado, por tanto, consumado. El precio de ese perfume se calcula en 300 denarios. Si un denario es el salario diario de un trabajador, 300 denarios son casi un año de salario. Una cantidad considerable, gastada para honrar a Jesús… desperdiciar todo ese dinero en un ungüento perfumado para mostrar el afecto hacia Jesús, ¿no hubiera sido mejor usarlos para los pobres?
Esta escena es profética y provocativa, y es la escena que abre la historia de la pasión porque este es un discurso típico nuestro. Muchos de nosotros nos identificamos perfectamente: ¿Por qué desperdiciarlo? Este gesto de amor de un regalo de ungüento precioso se monetiza, “sería mejor usar ese dinero para los pobres”.
Jesús, en cambio, le da la razón a la mujer y la llama profeta. La considera capaz de entender en profundidad. “Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo. A los pobres los tendrán siempre entre ustedes y podrán socorrerlos cuando quieran; pero a mí no siempre me tendrán. Ha hecho lo que podía: se ha adelantado a preparar mi cuerpo para la sepultura. Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia, se mencionará también lo que ella ha hecho”.
Esta mujer ha intuido, dice Jesús, su sepultura inminente. Y lo que las mujeres no pueden hacer después de la muerte de Jesús, o sea, la unción del cuerpo, esta mujer profeta lo hizo antes, como un gesto de amor. Ha desperdiciado muchísimo por Jesús. ¿En qué sentido esta historia es la clave para la lectura de la pasión? Porque, después de todo, la pasión de Jesús es un desperdicio, es un desperdicio inmenso, una vida desperdiciada, el Hijo de Dios, un joven inteligente, esbelto, treinta años, fuerte, valiente, bueno… morir así… pero no es un desperdicio. Pero ¡cuántas cosas podría haber hecho! ¡Cuánto bien hubiera podido organizar! Morir joven, morir inocente, morir como Hijo de Dios… no es un desperdicio.
La lógica humana, una lógica económica, mercantil, también en el ámbito religioso… diría que no es conveniente; pero es el mismo criterio que ha guiado a los discípulos a lo largo de todo el itinerario del Evangelio. Jesús ha anunciado aquel final, pero ellos han seguido sus propias ideas y sus propios esquemas, sin aceptar esa generosa revelación de Jesús, que está hablando de su vida como un desperdicio de amor; está tirando su vida solo por amor, por un exceso de amor y los discípulos, un poco mercantiles, están adormecidos frente a los eventos.
Cuando organizan la cena durante esa significativa celebración de la Pascua de liberación, recordando la antigua alianza, Jesús con la copa de vino en sus manos, dice: “Esta es mi sangre de la alianza”. Es una frase extraña, ‘mi sangre es la sangre de la alianza que hago con ustedes’. Jesús sabe que está a punto de derramar su propia sangre, pero como Moisés había hecho con la sangre de los terneros, ahora Jesús con su sangre dice que formen una nueva alianza en su sangre, es decir, su vida dada es el fundamento de una nueva relación que une a los discípulos con Jesús.
Es la institución de una nueva alianza, de una nueva realidad, de una nueva relación entre los discípulos y Jesús. Es el evento de la iglesia. Es la institución de esta nueva realidad del nuevo pacto que une a Jesús con la humanidad disponible a aceptarlo. Después de la cena, a altas horas de la noche, Jesús ora en Getsemaní. Y ora con la invocación del Hijo. Es el único momento en los evangelios donde se pone en boca de Jesús, la palabra aramea ‘Abá’. Es un término cariñoso, no simplemente ‘padre’, corresponde más bien a papá, es un término dulce y afectuoso con el cual Jesús expresa confianza filial en Dios y humanamente revela toda su tensión. Marcos anota sin mucha consideración que Jesús comenzó a sentir angustia, a tener miedo, a estar profundamente turbado, y pide ayuda al Padre si es posible que pase ese cáliz, entendido como momento de sufrimiento, consciente de lo que está por suceder. Jesús se fía del Padre y le pregunta si es posible evitarlo, él no quiere evitarlo, pero humanamente tiene miedo. Quiere hacer la voluntad del Padre.
La voluntad del Padre no es la muerte de Jesús, Jesús no quiere morir, Dios Padre, no quiere que Dios Hijo muera. La voluntad del Padre y la voluntad del Hijo es mostrarle al hombre cuánto lo ama Dios. Y no hay mejor manera que dejarse asesinar para ser fiel a esa revelación. En ese momento Jesús le dice a la humanidad: ‘Dios te ama hasta morir’. En esa ocasión el hombre en Jesús le dice a Dios, ‘te amo hasta dar la vida’. Es el acontecimiento grandioso de la entrega libre y generosa de sí. Los discípulos duermen. No notan nada. No pudieron velar con él. Los invitó a vigilar para no caer en la tentación, pero ellos en el momento de la prueba, de la gran tentación caen, están todos están en el suelo, duermen, tienen miedo, huyen, lo abandonan. Sin embargo, había un joven cubierto solo con una sábana, un soldado lo agarra, deja caer la sábana en las manos del guardia y huye desnudo.
Probablemente, lo dijimos al comienzo de este curso, ese joven es el mismo Marcos. El evangelista, que era joven en el momento del evento, quizás 12, 13 o 15 años, participó en secreto en esa escena y nadie sabía de su presencia; solo él puede narrarlo. Este gesto simbólico se vuelve muy impresionante. Imaginen la escena en el jardín de los olivos, en una noche de luna llena, porque es la noche de Pascua que cae con luna llena, y a un soldado sosteniendo en mano una sábana mientras un joven desnudo huye y desaparece.
Es una imagen simbólica de la resurrección. Es un anuncio, antes del final trágico, de lo que será el cumplimiento. Luego Marcos narra los hechos de la pasión que conocemos bien, lo hace de una manera rápida, sin adiciones, sin comentarios y sin adjetivos. Presenta el drama de los hechos: Jesús es arrestado, interrogado, sentenciado a muerte, transferido a Pilato y, a través de la insistencia de las autoridades, también es condenado por el poder político romano que ordena ejecutar la sentencia según el método para los esclavos: La crucifixión. Jesús es llevado junto con dos bandidos que tuvieron que sufrir la misma tortura, está atado, crucificado, clavado en una cruz.
En el momento de su muerte, el velo del templo se rasgó en dos de arriba a abajo y justo antes se había oscurecido en toda la tierra, el sol se había eclipsado. Es una escena apocalíptica, o sea, de gran revelación. Existe la oscuridad cósmica y el velo del templo que separa el lugar más sagrado, se rompe en dos. En ese momento, el centurión que estaba en guardia al pie de la cruz, habiéndolo visto morir de esa manera, dijo: ‘Reamente este hombre era el Hijo de Dios’.
Y este es el segundo vértice de la historia de Marcos, la profesión de fe del centurión romano que habiendo visto morir a Jesús de esa manera, o sea, en una forma confiada, de abandono total, sin gritar, ni maldecir, ni insultar, sin quejarse, es la forma lo que lo convence. El centurión llega a la fe madura del discípulo cristiano.
Sigue la deposición de la cruz y el entierro de Jesús. No es puesto en una tumba común, como hubiera sido el destino de cualquier otro condenado, porque un hombre rico, José de Arimatea, un miembro de las autoridades judaicas interviene, pone la cara y pide el cuerpo de Jesús y lo entierra en su nuevo sepulcro. Pero ya es tarde, es la noche de la cena de la Pascua judía, deben regresar, diríamos que hay un toque de queda a las seis de la tarde y, por tanto, no hay más tiempo para la unción, los ritos están suspendidos y aplazados. Pasa el sábado, el día de gran descanso, el día de la fiesta.
A la mañana siguiente después del sábado las mujeres compran los aceites para ir a ungir el cuerpo de Jesús, pero ya no había cuerpo para ungir, ya había sido ungido por otra mujer en la cena de Betania, al principio, de una manera profética en ese desperdicio generoso; y el personaje angelical que actúa como catequista para las mujeres que se habían sorprendido al encontrar la tumba vacía es definido con el mismo término que el joven con la sábana: νεανίσκον = ‘neaniskos’.
No se dice que él es un ángel, sino que es un joven. ¿Qué hay en el sepulcro? Una sábana abandonada. Los guardias –como fue el caso de Getsemaní– tenían en la mano una sábana, pero el Cristo se había ido desnudo. Es la imagen de la resurrección. El resucitado es más rápido, más joven, es el victorioso que huye abandonando todo.
Es el anuncio de la nueva creación. Esa masa de piedra que había sido colocada frente al sepulcro, las mujeres no habrían podido quitarla; y se preguntan ¿quién quitará esa piedra?, pero mirando se dieron cuenta de que ya había sido removida. El problema fundamental de la muerte ya había sido eliminado por la intervención de Dios.
Y el joven explica a las mujeres: “Ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado. No está aquí, ha resucitado. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro… (a Pedro, que lo negó, pero no fue el renegado) que irá delante de ellos a Galilea”. Los precede allí donde todo comenzó, les precede en la vida diaria.
Así termina el evangelio de la Marcos, de repente. “Las mujeres salieron corriendo del sepulcro, asustadas y fuera de sí” El final es una sorpresa. Pero el evangelio continúa en la vida de los catecúmenos que escucharon esta espléndida historia en la noche de Pascua y ahora se adhieren a él al aceptar el bautismo, al sumergirse en el agua y resucitar con Jesús a una nueva vida.
Leer y meditar el evangelio de la Marcos, es una manera para volver nuevamente a ser discípulos, para vivirlo seriamente, aprender el estilo de Jesús y darle la bienvenida a su gracia que nos abre los ojos, nos supera y nos precede, y nosotros queremos aprender de él y seguirlo en su camino para reconocerlo como el Cristo, el Hijo de Dios.