El Evangelio
según San Mateo
Parte VIII
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
8. Las Parábolas del Reino
El discurso central en el evangelio según Mateo es el discurso parabólico que encontramos en el capítulo 13. Es el discurso central porque hay cinco discursos y este es el tercero.
El primer discurso programático de la montaña corresponde al quinto discurso escatológico que se refiere al cumplimiento de la historia. El segundo discurso en el capítulo 10 es un discurso misionero; Jesús da las indicaciones a sus discípulos enviados fuera, enviados al exterior y corresponde al discurso eclesial del capítulo 18, donde el evangelista recolectó las indicaciones para la vida de la Iglesia al interior de sí misma.
En el centro de en estos cinco discursos encontramos la revelación del misterio del reino; siete parábolas. El número es significativo para el evangelista Mateo que está atento a estos detalles y por lo tanto la colección de las parábolas, que encontró en el material tradicional, lo completó para que lleguen a ser siete.
Estas parábolas son el discurso de la revelación. “A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos”. La palabra ‘secreto’ ('misterio') estaba muy extendido en el ambiente griego e indica una realidad secreta, una revelación que debe ser mantenida en secreto por parte de aquellos que han sido iniciados en el misterio.
El término griego original ‘μυστήρια’ (mysteria) deriva del sonido onomatopéyico ‘mmmm’ que lo acompañamos con el dedo en la boca para decir silencio. El ‘mmm sterion’ es el lugar donde está en silencio. El final ‘terion’ es un final común que se encuentra en muchas otras palabras, como el presbiterio, el lugar de los presbíteros, de los ancianos. El misterio es el entorno donde se guarda el silencio. El misterio es algo ‘indecible’ que no se puede decir y no se debe decir. No es algo incomprensible. Está mal utilizar el término ‘misterio’ para evitar responder. A veces los niños muy curiosos hacen preguntas complicadas y se acaba por hacerlos callar ‘… es un misterio’. No es correcto, el misterio es el proyecto de Dios, secreto, que nadie puede saber; no se conoce porque es secreto, porque está reservado, está protegido, sin embargo, Dios lo reveló. El anuncio cristiano implica la revelación del misterio.
Precisamente, por el poder de Jesucristo, decimos que el misterio oculto durante siglos y generaciones ahora se revela en Jesús. En su predicación les dice a los discípulos: “A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos”. O sea, el proyecto de Dios, Rey y Señor del universo. “Dichosos los ojos de ustedes porque ven y sus oídos porque oyen”. Felices ustedes porque se les ha dado esta revelación. Las parábolas son las formas en que Jesús presenta la revelación.
Ya que es difícil explicar el proyecto de Dios, decir lo indescriptible requiere imágenes. Y Jesús es un maestro en narrar parábolas. No se trata simplemente de figuras metafóricas, sino de hechos reales. La parábola es una historia que toca la realidad en un punto y muestra una mejor comprensión de la realidad. La parábola presenta una realidad común, cotidiana, de experiencia fácil, que el oyente conoce bien y puede evaluar. La parábola conduce a una formulación de juicio. El que escucha una historia está haciendo la suya.
Muchas parábolas terminan o comienzan con la pregunta: ¿Qué les parece?; o ¿Qué hará? ¿Qué es lo que hay que hacer? ¿Y ahora cómo va a acabar esta historia? ¿Qué piensan? Es una manera para dialogar. Jesús cuenta parábolas para ayudar a entender el misterio. Parte de una realidad creada, simple, cotidiana, y menciona un principio que ilumina más allá.
La primera parábola es la del sembrador. La semilla se siembra y produce de manera diversa, depende del suelo, hay algunas semillas que caen en el camino y las aves se las llevan; otras crecen en el medio de las piedras, tienen poca raíz y no duran; la semilla que cae en medio de las espinas se sofoca; pero hay buen terreno donde la semilla encuentra buena tierra produce mucha fruta. ¿Qué significa la parábola? En toda actividad hay que tener en cuenta algunos fracasos. No toda la semilla sembrada produce fruto porque puede encontrar obstáculos: el camino, las piedras, las espinas, pero si encuentra buena tierra, la semilla produce; produce muchísimo. Es una parábola de consuelo, con la cual Jesús compara el reino de Dios con una semilla que necesita un buen suelo para dar fruto.
El capítulo anterior había mostrado una situación de tensión incómoda, de rechazo por parte de los oyentes. Es posible que los discípulos estuviesen un poco desanimados, desmoralizados: ‘lo que estamos anunciando no lleva a ningún lado; no produce resultados’. La parábola de Jesús, en vez, hace notar que habrá un resultado, a pesar de las pérdidas.
Esta parábola ha sido modificada por la tradición cristiana. Y se le ha añadido también la explicación. La explicación alegórica probablemente no se remonta a Jesús mismo, sino que es una interpretación de la predicación apostólica, pero se pone en la boca de Jesús, por lo tanto, al nivel del texto terminado, tiene la misma importancia y la misma dignidad de la parábola que los eruditos dicen original de Jesús.
La interpretación de la escuela de escribas cristianos, ha alegorizado, esto es, convirtió la parábola en una historia paralela. Todos los elementos de la narración parabólica corresponden a elementos de la realidad; y aquí está la explicación que se hace parte por parte: La semilla es la palabra. Cuando se siembra en alguien que no entiende, el maligno se lleva la semilla; el terreno pedregoso representa al que escucha la palabra y la acoge con alegría, pero no tiene en sí raíces, es inconstante, por tanto, tan pronto como llega una tribulación, una persecución debido a la palabra, la semilla no fructifica; la semilla sembrada en medio de las espinas hace referencia a la condición de los problemas, de las preocupaciones del mundo, la seducción de la riqueza, que sofoca la semilla de la palabra; pero hay buena tierra, es quien escucha la palabra, la entiende y da fruto y produce el 100, el 60, e 30 por uno. Una cantidad enorme; la producción promedio de trigo era de 5, 6, 7 por uno. Jesús propone una cosecha inmensa, imposible incluso hoy en día, con todos los medios más sofisticados con los que estamos equipados. Es un detalle que el campesino de Galilea entendió de inmediato… ‘estás exagerando… un grano no rinde 100 por 1… no es posible’. A través de esta provocación Jesús comunica el mensaje del reino. Es una realidad tan pequeña como una semilla, pero crecerá.
La otra parábola es la de la semilla de mostaza, seguida de otra parábola gemela, de la pequeña levadura puesta en la harina. Son parábolas del crecimiento. Si simplemente hubiera querido subrayar la pequeñez también podría haber tomado como referencia un grano de polvo, pero la diferencia entre una semilla de mostaza, que es realmente pequeño, un punto blanco en la mano, apenas perceptible, y una mota de polvo que podría ser aún más pequeño, es que la semilla se desarrolla, se transforma, se convierte en una planta, mientras que el grano de polvo permanece siempre igual a sí mismo, era pequeño, permanece pequeño, pero la semilla crece. Jesús utiliza a propósito estas imágenes de crecimiento para enfatizar que el reino de Dios es una realidad dinámica, que crece, que transforma; comienza pequeño, pero se hace grande, se convierte en una planta.
La mostaza es una planta de jardín que incluso alcanza los tres metros; no es un árbol majestuoso, y es una planta estacional, por lo tanto, la idea que Jesús quiere transmitir con la parábola es la de la transformación de la semilla pequeña a la planta grande. Hay un camino de maduración, el reino de Dios es así.
Otra parábola exclusiva de Mateo es la de la cizaña. También aquí estamos enfrentados con el tema del crecimiento, pero el problema destacado es sobre todo el de la confusión. En un campo sembrado con semillas, también aparecen la cizaña, que es una especie de semilla, pero es inútil, son esas espigas que no producen semillas comestibles; parece semilla, pero no lo es.
¿Cómo separar el trigo de la cizaña? La imagen parabólica sirve para evocar una condición eclesial donde hay una mezcla entre buenos y malos. Es una experiencia dramática de la comunidad cristiana primitiva descubrir que en el interior también están los malos. No son solamente los santos los que ingresaron en la iglesia. Tal vez, al principio hubo un movimiento entusiasta de personas decididas, valientes, coherentes que siguieron el evangelio, pero con el tiempo el entusiasmo de algunos ha disminuido, la coherencia ha terminado y la comunidad cristiana que comenzó bien, ha venido a menos y está viviendo en el mundo de la misma manera que los demás.
La comunidad a la que se refiere Mateo es una comunidad cristiana en crisis, no es una comunidad del comienzo, con el entusiasmo para principiantes, sino una comunidad de personas cansadas, que durante mucho tiempo se han embarcado en ese camino y quizás un poco decepcionados, se han retirado a una condición de vida como la del mundo, sin el impulso inicial. Incluso es posible que haya personas dentro de la iglesia quienes se comporten mal, que son pecadores graves; los pecadores están dentro de la iglesia.
¿Qué hacer? La solución no es arrancar a los pecadores para hacer un barrido limpio, para eliminar las malas hierbas. Es muy difícil hacer esta distinción porque la división no pasa fuera sino dentro de nosotros. No es tan simple decir que hay buenos y malos y eliminar los malos y mantenemos los buenos porque todos somos un poco buenos, un poco malos; es la mezcla del trigo y de la cizaña, está dentro de todos. El campo es mi vida, hay cosas buenas y malas; no es mi trabajo separar lo bueno de lo malo, pero esto no significa que todo esté bien, aunque sea aceptable.
El discurso de Mateo es muy serio y habla de una separación, de una separación necesaria que tendrá lugar, será obra del Señor y será escatológica, es decir, al final del tiempo, es el cumplimiento final; en la cosecha, entonces habrá separación. También esta parábola tiene una explicación alegórica; en este caso tenemos una lista en la que todos los elementos de la narración se explican con referencia a alguna realidad teológica. “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los hijos del reino, las malas hierbas, los hijos del maligno”. Son expresiones típicamente semíticas: hijos del reino, hijos del maligno; o sea, personas que realmente acogen el anuncio del reino y las personas que en cambio se dejan deformar por el maligno.
“El enemigo que sembró la cizaña es el diablo, la cosecha es el fin del mundo, los segadores son los ángeles. Como se cosecha la cizaña y se quema en el fuego, así sucederá al final del mundo”. Aquí está el anuncio escatológico del cumplimiento. “Cuando el hijo del hombre venga en su gloria, enviará a los ángeles que recogerán los escándalos y a todos aquellos que cometan iniquidad y serán eliminados, luego los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre”. Es una típica fórmula apocalíptica; el anuncio que habrá una separación, pero será al final y será realizada por el mismo Dios.
La misma imagen de separación la encontramos en la séptima parábola que es la de la red. El reino de Dios es como una red arrojada al mar que recoge todo, pero al final habrá separación; los pescadores sacan de la red y separan, recogen el buen pescado en las cestas y tiran el malo. Así sucederá al fin del mundo.
Entre la explicación alegórica de la cizaña y esta séptima parábola, Mateo presenta dos más que son propias de él; otras dos parábolas gemelas: el tesoro y la perla. El reino de Dios es como un hombre que encuentra un tesoro en un campo, vende todo y compra ese campo para tener el tesoro. O un comerciante que va en busca de perlas preciosas, cuando encuentra las más hermosa, vende el resto para comprar esa perla. El reino de Dios es un tesoro, es una perla, es una inmensa riqueza. El que encuentra el reino de Dios está dispuesto a perder todo lo demás, porque no pierde nada habiendo encontrado mucho más. No es una cuestión de sacrificio, sino la aceptación de un tesoro que hace que sea fácil de aceptar, lógico, cualquier otro sacrificio porque hay algo mucho más grande y mucho más hermoso.
Es la experiencia de los discípulos que encontraron el tesoro en Jesús; es una experiencia de Iglesia que lucha en su interior, es una experiencia de crecimiento. El misterio del reino de Dios es crecimiento, tesoro y también sufrimiento, con necesidad de discernimiento, de separación, de tensión hacia el cumplimiento futuro.
Como siempre, los discursos en el evangelio según Mateo terminan con fórmulas muy similares: “Cuando Jesús terminó estas parábolas, se fue de allí…”. Pero antes de esta conclusión hay una nota editorial muy interesante: “¿Lo han entendido todo? (le pregunta Jesús a sus discípulos). Le responden que sí, y él les dijo: Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reino de los cielos se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas”. Parece ser el autorretrato del evangelista, un escriba que se ha convertido en un discípulo del reino, que ha aceptado el misterio del reino y tiene un tesoro inmenso. Es el encargado de la casa, es el presbítero responsable de la comunidad cristiana que tiene una herencia de cosas antiguas y nuevas, es la tradición bíblica y la novedad de Jesús que extrae de este tesoro.
Y ahora comienza otra parte narrativa, lo suficientemente larga que va del capítulo 14 hasta el 17, cuando en el capítulo 18 encontraremos el cuarto discurso eclesial. En esta sección narrativa tenemos la ruptura con Israel, hay una fuerte confrontación con las autoridades judaicas y Jesús toma la decisión de irse al extranjero, se retira a las regiones del norte, es una elección importante, es una partida geográfica que preludia la misión a todas las personas y es precisamente en el extranjero, en la región de Cesarea de Felipe, que Jesús anuncia fundar su propia Iglesia. Y el primer elemento de la fundación, será el discípulo creyente, Simón, que se convierte en Pedro, sobre quien Jesús comienza a construir su Iglesia. El misterio del reino es una realidad en crecimiento.