El Evangelio
según San Mateo
Parte VII
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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7. Milagros y Vocación
Después del discurso de la montaña, el evangelio según Mateo reanuda la narración de episodios sobre Jesús. Ya sabemos que el primer evangelio está organizado en torno a cinco grandes discursos, cada uno de los cuales está precedido por una sección narrativa.
Los capítulos 3 y 4 presentan el ministerio público de Jesús que comienza solemnemente con el discurso programático que ocupa los capítulos 5, 6 y 7: discurso de la montaña, donde encontramos los grandes textos de las bienaventuranzas y del Padre Nuestro.
Al comienzo del capítulo 8, el evangelista marca el pasaje y con un versículo de clausura dice: “Cuando Jesús terminó su discurso, la multitud estaba asombrada de su enseñanza”. Los capítulos 8 y 9, que separan el discurso de la montaña del discurso misionero del capítulo 10, encontramos una antología de milagros.
Es otro ejemplo de cómo el evangelista Mateo procede editorialmente, es decir, que recopila tradiciones apostólicas con sus propios criterios las formas de las historias y de los ‘loguia’. Y como reunió una serie de detalles para formar un gran discurso programático reunió una serie de historias y forma esta sección donde se narran 10 milagros, uno tras otro, sin embargo, las historias son nueve porque la última es una sola historia que incluye dos episodios milagrosos. Por lo tanto, la serie termina con tres más tres más tres narraciones de milagros. Entre una serie y la otra hay episodios cortos o dichos de vocación.
Es interesante este sistema de recopilación; es una observación que no solemos hacer porque, acostumbrados a la liturgia, leemos los textos separados, una narración a la vez, sin notar los enlaces. Y es raro leer un evangelio todo seguido. Y, por lo tanto, al no hacerlo, perdemos este conjunto narrativo, pero los textos se han compuesto para ser un tejido orgánico y la relación de una historia con la otra es significativa para el conjunto.
“Cuando bajaba del monte le seguía una gran multitud”. Y comenzó estos prodigios. Es poderoso en palabras, pero también poderoso en obras. Jesús demuestra con hechos que su palabra cura. Sana a un leproso; cura al sirviente de un centurión; cura a la suegra de Pedro. Pausa: episodio de llamada con algunos datos relacionados con las exigencias de la vocación apostólica. Luego reprende: Jesús calma la tormenta; cura a los demoníacos de Gadara y luego cura a un paralítico. Pausa: escenas de vocación, llamada de Mateo y comida con pecadores y recaudadores de impuestos.
Luego reprende: cura la hemorroisa y resucita la hija de un jefe; cura a dos ciegos; cura a un ciego endemoniado. Al final una fórmula de síntesis que presenta con un resumen las acciones típicas de Jesús. Esta insistencia en las acciones prodigiosas con las que Jesús cura a la humanidad afectada por varios problemas, está marcada por pausas vocacionales.
Podemos preguntarnos por qué el editor insertó episodios de vocación en medio de milagros. Entre ellos, en el versículo 9 del capítulo 9, el relato de la propia vocación. El evangelio de Mateo narra esta llamada: “Cuando se iba de allí vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado junto a la mesa de recaudación de los impuestos. Le dice: Sígueme. Él se levantó y le siguió”. Una historia reducida a términos mínimos. Casi solo hay verbos, sin adjetivos particulares ni descripciones ni adverbios. Jesús ve a un hombre que se llama Mateo; es el nombre del evangelista; debería ser una historia autobiográfica y, en cambio, se reduce al mínimo indispensable. “Lo vio sentado junto a la mesa de recaudación”. Por tanto, en una posición firme, en una posición de pecador.
Como recaudador de impuestos, Mateo era un colaborador del Imperio Romano; estaba del lado de los enemigos, de los romanos invasores y en nombre de ellos recaudaba los impuestos, por supuesto, lo hacía de tal manera que le quedara una buena ganancia. El hecho de que estas personas fueran despreciadas nos dice que sus actitudes eran corruptas. Los romanos establecían una cierta cantidad de impuestos para una zona, y le daban el contrato a alguien del lugar que, conociendo bien a su gente, podría obligarla a pagarle. Mateo, entonces, tenía un tipo de contrato con el tesoro romano y tendría que pagar una cierta suma cada año; todo lo que recaudaba de más era suyo. Naturalmente, era un puesto respaldado por soldados romanos, pero, lógicamente, odiada por los habitantes del país.
Para la gente, aquellos que optaban por convertirse en recaudadores de impuestos, habían comprometido la estima y solidaridad con el propio pueblo. Eran personas que querían ganar dinero, aceptando hacerse odiosos con sus conciudadanos solo, para ganar dinero. Jesús vio a un hombre sentado en el banco de impuestos. Le dice: Sígueme. Una palabra; no es el retrato simple y crónico del hecho, sino que es la síntesis teológica; una palabra es suficiente para cambiar la vida de ese hombre. “Él se levantó y le siguió”. Estaba sentado y al escuchar la palabra se levantó y lo siguió.
Hay una intención catequética en esta elección esencial de palabras; hay una descripción resumida de un cambio en la vida. Al encontrar a Jesús la vida de Mateo ha cambiado. No cambió simplemente el trabajo, cambió la mentalidad. Alguien como él que vivía para ganar dinero, abandonó ese mundo y comenzó un trabajo de predicación, un servicio gratuito de evangelización, se ha convertido en otra persona.
Preguntémonos por qué el editor, que es el mismo Mateo, insertó este episodio en medio de todas las narraciones de milagros. Tan pronto como formulé la pregunta, me resulta obvia la respuesta. El problema es hacerse la pregunta. Si solo leo este episodio, en sí mismo, al extrapolarlo del contexto, no llego a entender el tema. Si, en cambio, puedo tener la visión completa de los capítulos 8 y 9 en su estructuración, noto este detalle. La vocación de Mateo es un auténtico milagro y el narrador, el autor implícito del Evangelio, dice que alguien como yo haya dejado el banco de impuestos, se levantó y siguiera a Jesús, es un milagro.
Esa palabra hizo un prodigio. Ha curado a un paralítico inmediatamente antes; ha resucitado a un muerto inmediatamente después… y, en el medio, hay un pecador que se convierte en evangelista. Es otro milagro, quizás aún más grande. Humanamente, estaba paralizado: en su moral, por su actitud, estaba muerto y esa palabra “Sígueme” es una palabra creativa, que crea vida, que lo hace levantar. No olvidemos que ‘levantarse’ es el verbo de la resurrección.
Para un oído griego, el hecho que Mateo se haya ‘levantado’ suena como si dijera que ha resucitado; ha resucitado a una nueva vida, ha cambiado vida, se ha convertido en otra persona. Para confirmar esta idea de la vocación como un milagro, intentemos comparar este versículo con otra historia muy breve de milagro que encontramos en el capítulo 8, versículos 14 y 15. Es la curación de la suegra de Pedro. El episodio milagroso relacionado con una persona enferma, se formula exactamente de la misma manera.
En primer lugar, hay un verbo de movimiento: Jesús se mueve, entró en la casa de Pedro. Corresponde al capítulo 9, a la expresión ‘saliendo de allí’. El sujeto es Jesús, que toma la iniciativa y todo comienza desde su visión. “Jesús vio la suegra de Pedro” -- “Jesús vio a un hombre llamado Mateo”. Jesús ve a una persona y en su visión comprende la situación. La persona vista por Jesús se encuentra en un estado de abatimiento, está deprimida. La mujer estaba en cama con fiebre, el hombre estaba sentado en el banco de impuestos: ‘acostada’ - ‘sentado’; ‘enferma’ – ‘pecador’. Existe una condición de abatimiento, Jesús ve la humanidad en este estado, no necesita que nadie le diga, que nadie le explique, que nadie se lo pida. Es su iniciativa, ve a la persona en una condición de necesidad e interviene, hace misericordia. ‘Le tocó la mano’ – ‘le dice: Sígueme’. Un gesto casi sacramental: el toque de la mano; una palabra casi sacramental, como un imperativo: ‘sígueme’. Y obtiene un resultado: “La fiebre la dejó y ella se levantó y se puso a servirle”. Y Mateo se levantó y lo siguió. La palabra, el gesto de Jesús, intervención de misericordia, cambia la situación. La mujer enferma se levanta; el hombre pecador se pone de pie. Se levantan. Ella comienza a servirlo, él comienza a seguirlo.
Son dos verbos sinónimos: servir y seguir; son los verbos de los discípulos. Servir a Jesús significa poner la vida a su servicio; significa seguirlo, es lo que hizo Mateo; siguió a Jesús, pero no lo siguió simplemente con sus pies yendo tras él, lo siguió con su mente, con su corazón, puso su vida en manos de Jesús y el resto de su existencia lo pasó hablando de Jesús, dejando que otros supieran ese poder prodigioso que Jesús transmitió a la humanidad.
En esta sección, por lo tanto, el evangelista Mateo muestra vocaciones y los milagros. Hacerse cristiano, acoger la palabra de Jesús es una intervención prodigiosa, fruto de una acción de gracia; es la misericordia de Dios que ayuda al hombre a vencer.
El capítulo 9 termina nuevamente con una pista vocacional: “Viendo a la multitud, se conmovió por ellos, porque estaban maltratados y abatidos, como ovejas sin pastor”. E invitó a los discípulos a orar para que el dueño de los campos –del grano maduro que espera ser cosechado– que envíe trabajadores para su cosecha”. A recoger la cosecha. “Llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para sanar toda clase de enfermedades y dolencias”.
En el capítulo 10, encontramos el segundo discurso en el evangelio de Mateo, es el discurso misionero. Jesús llama a los 12 discípulos y les transmite su poder, su capacidad para expulsar el mal y curar todas las enfermedades. Como de costumbre, el discurso termina con un versículo editorial en 11,1: “Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a los doce discípulos, se fue de allí a enseñar y predicar por aquellas ciudades”. Es el indicio editorial del final de la segunda parte.
También esta está formada por episodios narrativos y un discurso, antológico de ‘loguia’. Ocho y nueve episodios de vocaciones y de milagros. Y el capítulo 10 es el discurso misionero. En el capítulo 11 recomienza una serie de episodios narrativos. Y aquí comienza la tensión con el pueblo de Israel que rechaza este discurso; surge la tensión dentro de las ciudades de Galilea que vieron las maravillas realizadas por Jesús y no aceptaron su palabra. Algunos las han aceptado, pero otros se cerraron y la rechazaron.
En este contexto, el evangelista coloca un himno de júbilo en el que el Señor alaba al Padre porque quiso revelar sus planes a los pequeños. Solo Jesús, Hijo, es capaz de conocer a Dios, al Padre; solo Jesús puede dar a conocer a Dios a la humanidad; solo pasando a través de Jesús, se puede llegar a Dios. Y este discurso de revelación termina con una invitación: “Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
Esta es la novedad de Jesús. Cargar con el yugo de la ley era una expresión común utilizada por los rabinos para convertirse en discípulos: comprometerse a observar la ley. La condición de Jesús es asimilar su persona, acoger su persona en nuestra vida. Y esta condición se vuelve suave, ligero, porque el esfuerzo lo hará él. Están oprimidos y aplastados por una ley que no pueden aplicar, porque estás solo. Solo no lo puedes hacer. ‘Vengan a mí’, ‘acérquense a mí’ ‘únanse a mi persona y será fácil la vida’. Es un anuncio increíble; ser cristiano es fácil, dulce y ligero; unidos a Jesús es más fácil vivir; puedes hacer frente mejor; finalmente se encuentra la posibilidad de lograrlo, de cumplir la ley que el Señor propone. Él vino a liberar, a dar alivio, a dar habilidad y fuerza. No vino a abolir, sino para traer alivio y fuerza. ‘Vengan a mí y yo los restauraré’.
Es un discurso muy importante que Mateo también pudo hacer sobre su experiencia. ‘Yo estaba oprimido, cansado y fatigado y tomando la carga de Jesús me levanté. Lo seguí. Mi vida se volvió dulce y ligera’.