El Evangelio
según San Mateo
Parte IV
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
4. El episodio de los magos
El evangelio de la infancia según Mateo presenta los antecedentes de la gran obra de Jesús de Nazaret; muestra cómo las raíces de su existencia son indicativas de los frutos que su obra mesiánica traerá. Alrededor de 5 citas de los profetas, la escuela de escribas que llamamos la escuela de Mateo, el grupo que hace la edición final de este texto, ha elaborado narraciones de acuerdo con la tradición apostólica sobre el nacimiento de Jesús. Él es el Emanuel, el Dios-con-nosotros. Los estudiosos hablan de una gran inclusión, esto es, una cita que abarca todo el texto.
Al principio se anuncia que ese niño que nacerá de María, José le da el nombre de Jesús, pero para que se cumpla lo que dice el profeta, se le llamará Emanuel. Mateo explica que este nombre significa Dios-con-nosotros. Pero esto se comprende al final. Las últimas palabras del Cristo Resucitado son ‘Yo estaré con ustedes’. Este es el Emanuel, Jesús-Dios está con nosotros, con la comunidad cristiana todos los días hasta el fin del mundo. A esto se le llama inclusión. Jesús es el Emanuel; al principio y al final del texto hay un elemento que enmarca todo el texto y resalta el tema cristológico y su relación con la Iglesia.
Jesús es Dios-con-nosotros porque la Iglesia es la comunidad con la que el Señor Resucitado se identifica. En el centro del evangelio, en el capítulo 18 en el discurso eclesial, encontramos otro dicho importante que hace el ‘tercero’ con estos dos que están en los extremos: “Allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, yo estaré allí en medio de ellos”. Aquí está el Emanuel nuevamente. ‘Yo soy/estoy’ = el nombre de Dios, en medio de dos o tres reunidos en mi nombre. Por tanto, la reunión en el nombre de Jesús no es simplemente una reunión en la parroquia; es el hecho de que en las personas que están unidas, a través de Jesús, en relación con Jesús, existe la presencia auténtica y real del Señor Resucitado.
Desde el principio entendemos el significado del evento. El cumplimiento final arroja luz en toda la historia de Jesús. La primera y la séptima parte del evangelio sirven para aclarar el bloque central, dividido en cinco partes. Pero volvamos al Evangelio de la infancia. Después del sueño de José, Mateo narra un episodio muy conocido, aunque poco entendido: el de los magos. No se narra el nacimiento de Jesús, sino el sueño de José, que decide recibir a María, encinta con el niño. Y luego la visita de estos extraños personajes llamados magos.
“Jesús nació en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes. Sucedió que unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén”. El comienzo del capítulo dos de Mateo da por descontado que Jesús nació. No menciona ningún detalle del lugar, las modalidades. Se menciona simplemente con una frase parentética: “Jesús nació” – se nos dice dónde: “en Belén”, se nos dice cuándo: “En tiempos del rey Herodes”.
Toda la atención está puesta en ‘unos magos’. No se dice cuántos son… el texto no dice que son tres, y ni siquiera dice que son ‘reyes’, simplemente los presenta como μάγοι = ‘magoi’ y nosotros los convertimos en ‘magos’ al eliminar una letra. ¿Por qué los llamamos ‘magos’? En realidad, no nos gusta mucho el nombre; en griego μάγοι es lo que en castellano llamamos ‘magos’. Pero, propiamente, el término griego indicaba sacerdotes persas, del culto ‘zoroastriano’, los sacerdotes de Zarathustra, vinculados al estudio de las estrellas; más astrólogos que astrónomos, astrólogos que estudiando las estrellas intentan saber cómo va el mundo, y para determinar los eventos en el mundo.
Son extranjeros, son de otra religión, son un poco extraños, pero nada se dice de ellos, ninguna descripción, simplemente algunos magos que vienen de oriente. “Se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos aparecer su estrella y venimos a adorarle”.
La presentación no es muy lógica. En Jerusalén están perplejos, especialmente el rey Herodes: “Al oírlo, el rey Herodes comenzó a temblar”. Él es el rey de los judíos. Si ha nacido un nuevo rey, aún no es rey. Intenten imaginar simplemente esto: probablemente ya hayan nacido los siguientes 3, 4, 5 Papas… que no saben que serán pontífices, pero a su tiempo se convertirán en Papas. ¿Cómo se sabe que el nuevo Papa ha nacido? Simplemente ha nacido un niño y, luego, en 60 o 70 años se convertirá en Papa, pero ¿quién lo sabe?
En la familia de Herodes, no hay un hijo heredero al trono apenas nacido. Si ha nacido un niño que, en el futuro, le quitará el trono a Herodes, esto lo preocupa. ¿Cómo se hace a saber quién es el rey? Estos extranjeros llegan a Jerusalén y preguntan “¿Dónde está el rey de los judíos? Hemos venido para adorarlo”. Herodes dice: ‘el rey de los judíos soy yo; si me quieren adorar no tengo problema’. ‘No, nosotros queremos adorar al recién nacido’. ‘¿Cómo se puede decir que ha nacido otro rey? ¿Es uno que me quita el puesto?’. Buscan un rey para adorarlo.
No debemos leer el texto simplemente de manera anecdótica, como una fábula, sino que debemos aprender a comprender la profundidad de un texto así, porque es una elaboración teológica. Son sabios extranjeros de otras religiones que vienen a Jerusalén en busca de un rey para ser adorado. Pero, ¿por qué deben adorar a un rey de los judíos? ¿Es el caso de adorar a un rey?; ‘Estamos buscando a un rey para adorar’. Es extraño y Herodes no comprende lo que está pasando.
El indicio que estos extranjeros han ofrecido es el hecho de haber visto su estrella. Puede traducirse: “Hemos visto su estrella en oriente” o también, “Hemos visto surgir su estrella” porque el concepto de ‘oriente’ es precisamente el de la salida del sol u otra estrella. ¿Qué es lo que estos astrólogos de Oriente han visto? Una estrella. Hoy estaríamos seguros que se trata de un cometa porque en nuestros ejemplos siempre ponemos eso, pero el texto no lo dice. Menciona simplemente una ἀστέρα = ‘astera’ = estrella.
El primero en la historia del arte que representa un cometa fue Giotto, en la capilla Scrovegni en Padua a principios del 1300, porque frecuentando un círculo de aficionados astrónomos le mencionaron sobre el cometa Halley que se había observado unos años antes. Y, en base a las descripciones hechas por estos astrónomos, Giotto diseñó un cometa, algo así como una invención artística. El hecho fue que ha gustado y fue imitado por muchos otros hasta que se convirtió en un estándar.
El texto no habla de cometa. ¿Qué es lo que vieron estos astrólogos? Los investigadores modernos se han puesto a buscar fenómenos astrales de este tipo: la aparición de un cometa grande, alguien habla de una supernova, una explosión que dio lugar a un nuevo cuerpo celeste o la conjunción de planetas.
Los astrólogos manejan estos conceptos y luego alguien habla de una superposición particular de Júpiter y Saturno. Júpiter sería el rey de los dioses y Saturno es la referencia a los judíos. ¿Cómo se hace? En el mundo inglés es fácil porque el sábado, que el día de los judíos, en inglés se llama Saturday, por lo que es el día de Saturno. ¡Típico razonamiento americano! Júpiter es el rey y Saturno = judíos, si se ponen juntos los dos planetas, los astrólogos entienden que nació el rey de los judíos. Y luego, tal vez mirando las reconstrucciones de estos movimientos astrales, también se puede identificar el momento preciso en que se ha observado esta conjunción de planetas.
¡Son todos procedimientos infundados, inútiles! No es lo que dice Mateo, su área de referencia son las Escrituras. Si hay referencia a una estrella en particular, Mateo piensa en la estrella vista por Balaán, un mago que vino del oriente, de quien se habla en el libro de los Números, en el capítulo 24, hay un gran oráculo de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de ojos penetrantes, que es llamado para maldecir a Israel, de hecho, lo bendijo. Y anunció algo que esperaban: “Lo veo, pero no es ahora; lo contemplo, pero no será pronto. Avanza la constelación de Jacob y sube el cetro de Israel” (Núm 24,17).
Es la promesa de la monarquía de David, una estrella / un cetro. ‘Ha nacido una estrella’; ha surgido un gran personaje que tiene el cetro (señal del comando real). Por tanto, surge la estrella de David. Es el anuncio profético oracular de una monarquía en Israel que dará unidad al pueblo y poderío a la nación. Un mago venido del Oriente, anunció que una estrella se elevaría en Israel. Ahora vienen otros magos, llegan de oriente y dicen que esa estrella ha surgido. Ha surgido una estrella de Jacob, un cetro se ha alzado de Israel, nació el rey de los judíos.
La auténtica monarquía, la que hereda las promesas hechas a David y a sus descendientes, ahora se ha hecho realidad. Es por esto que Herodes entiende que se habla del Mesías, del hijo de David y les pide a los escribas de la corte que le expliquen dónde va a nacer el mesías. Y ellos saben la teoría y le explican que Miqueas dijo que será en Belén, porque David nació en Belén y, por lo tanto, de Belén surgirá el nuevo pastor. La estrella se levanta en Belén, el lugar donde había surgido David. Los lejanos se han movilizado, han recorrido un largo camino y llegaron a Jerusalén.
En la capital del reino se conoce la teoría; conocen las Escrituras, identifican la ciudad, pero no se mueven. La historia de Mateo sirve para decir que los distantes se acercan y los que están cerca, que conocen la teoría, de hecho, no la acogen. Es un anticipo de lo que sucederá después de Pascua: los cercanos, el pueblo de Israel, natural destinatario de la promesa del Evangelio, no lo aceptará.
Conociendo las Escrituras, viendo la vida de Jesús no han podido acoger y comprender el cumplimiento. Pero los distantes, como la gente de Antioquía donde trabaja la escuela Mateo, se acercan y están dispuestos a acoger las Escrituras antiguas y reconocen que Jesús es el cumplimiento. Los que vienen de lejos están buscando a un rey para adorarlo. Y no es a Herodes; no es a esa mentalidad humana dominante que tiene el poder para sí, lo que los que vienen de lejos quieren adorar.
Están dispuestos a doblar las rodillas delante de otro tipo de rey, el Señor Jesús con la sencillez de una casa en Belén. Herodes intenta engañar a los magos; finge estar interesado, los envía por delante recomendándoles que le hagan saber dónde está ubicado el niño. Los magos parten y dejada Jerusalén ven nuevamente la estrella.
Una estrella real está muy lejos, no puede indicar un pueblo de manera precisa. Entre Jerusalén y Belén, hay alrededor de 9 kilómetros. Basados en una estrella no se reconoce. El pueblo de Belén es muy pequeño… la estrella siempre está en el mismo lugar, no se detiene en un pueblo y mucho menos en una casa. Es una historia teológica.
La estrella es una imagen de la fe, de una disponibilidad para lo trascendente que los extranjeros lejanos de otra religión se dejan guiar por las señales de la creación. Si uno está disponible, junto con las Escrituras que mencionan Belén, existe también la creación que indica Belén y, siguiendo los dos caminos, quienes están disponibles para hacer el camino, llegan, entran en la casa y se dan cuenta de que la estrella los precede: “Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría”. Es el entusiasmo que se necesita para reconocer que se ha alcanzado la meta buscada. “Entraron en la casa, vieron al niño con su madre María”. No vieron a un rey, no entraron en un palacio, sino en una casa sencilla en Belén: “Vieron al niño con su madre, y postrándose le adoraron”.
Es el mismo verbo que encontramos en la final de Mateo; en la montaña en Galilea, los discípulos al ver al Jesús resucitado se postraron en adoración. Cuando era pequeño hicieron el mismo gesto de adoración los extranjeros lejanos, personajes extraños, que habían reconocido en ese niño al Emanuel, al Dios-con-nosotros. Al rey al que se le ha dado todo el poder en el cielo en la tierra, que merece adoración.
“Abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalos: oro, incienso y mirra”. Son regalos simbólicos. La tradición de la iglesia nunca dudó en interpretarlos de esta manera: El oro también podría entenderse como monedas, como dinero, pero de hecho es un objeto lo que se regala en oro, probablemente una corona y, por lo tanto, recuerda la realeza. Pero ¿Para qué sirve el incienso? Si nos detenemos en una escena de la vida ordinaria, José, que recibe el regalo de un incienso precioso, ¿qué hace? ¿lo usa para ponerlo en el incensario? El incienso se usaba en el templo como una señal del reconocimiento de la divinidad; quemar incienso frente al Señor, significaba elevar la oración a Dios.
Ofrecer oro significa reconocer que el niño es rey. Ofrecer incienso significa reconocer que es Dios. Y la mirra es el regalo más extraño y paradójico. Para nosotros suena simplemente como un término exótico. La mirra es un perfume muy fragante y precioso, pero se utilizaba para la unción de cadáveres, es un poco el corresponsal del cofre de la muerte. No se le regala a un niño un ataúd. Es cierto que sería un regalo útil que uno puede ponerlo debajo de la cama lo mantiene allí y en su momento servirá… se guarda, pero no se le regala un ataúd. El regalo de la mirra a un niño, tiene un valor simbólico. La mirra sirve al muerto, es un ungüento que anuncia el entierro de Jesús, por lo tanto, es el reconocimiento de la humanidad, es mortal.
Es el tercer elemento: rey, Dios y hombre mortal. Y estos astrólogos extranjeros se arrodillan frente a un niño a pesar de reconocer su humanidad mortal, pero saben que él también es Dios y que él es el rey universal. Por consiguiente, no obedecen a Herodes, han adorado a otro rey y dejaron a Herodes en su palacio, que vaya por su camino y ellos regresaron por otro camino. Se produjo un cambio en sus vidas; no revelan a Herodes lo que descubrieron; son diferentes de cómo llegaron. Regresan a su tierra por otro camino. Se ha producido un cambio. El encuentro con el Señor Jesús, reconocido como rey, ha cambiado sus vidas.
Este episodio es una maravilla de historia teológica que muestra la apertura universal. Nosotros tenemos la costumbre de representar a los magos también con diferentes colores de piel, precisamente para indicar grandes grupos de la humanidad y tal vez representarlos en edades diferentes; uno joven, otro de mediana edad y uno de edad avanzada. Es posible en todas las etapas de la vida.
La tradición apócrifa también les ha dado nombres. Los conocemos como Melchor, Gaspar y Baltasar y son nombres significativos. Uno representa el rey de la luz: Melchor, de color negro – África. Baltasar es nombre semítico babilónico, representa a los semitas y Gaspar es nombre alemán, representa al nórdico, rubio, es el indo-europeo. Son inventos tradicionales para decir que todos los pueblos, no solo Israel, todas las personas de todas las edades, de todas las razas, de todas las culturas y de todas las religiones están buscando un rey a quien adorar: Jesús es ese rey, ese niño. Hombre mortal pero verdadero Dios para adorar.
Mateo pone al principio el sentido que se entenderá al final; y en la historia de su evangelio explicará lo que el evangelio de la infancia ya había dejado adivinar.