El Evangelio
según San Mateo
Parte III
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
3. El Emanuel – “Dios con nosotros”
El evangelio según Mateo son una antología bien organizada de la predicación apostólica. El colegio de escribas, que vivían en Antioquía hacia los años ochenta, responsable de esta última redacción, organizó muy bien la gran cantidad de material tradicional que recuperó.
Según el esquema del Pentateuco, los cinco libros de la ley, se organizaron cinco grandes discursos de Jesús, que constituyen el marco principal. Pero, entre un discurso y otro, hay una parte narrativa en la que el evangelista ha recogido episodios de la vida de Jesús con una intención didáctica. Por tanto, cada bloque está compuesto por una parte narrativa y una parte discursiva. Son siempre cinco bloques.
El primero contiene los capítulos 3 y 4, donde se narra el pasaje del Bautista a Jesús y el inicio del ministerio que culmina con el discurso programático en la montaña. Primer bloque terminado por ese versículo clave: “Cuando Jesús había terminado estos discursos”. Comienza la segunda parte, una serie de episodios narrativos, de milagros en los capítulos 8 y 9, y luego el gran discurso misionero; a la iglesia se le confía la tarea de continuar la obra de Jesús y el versículo final: “Cuando Jesús ha terminado de dar estas instrucciones” comienza la tercera parte, y así sucesivamente. Por tanto, cinco bloques, cada uno de los cuales consta de acciones y palabras de Jesús.
Pero, sin embargo, aún debemos agregar el principio y el final. De esta manera podemos decir que el evangelio de Mateo se compone de siete partes grandes, signo de totalidad, de plenitud porque el 7 en la tradición judía es el número de la semana, o días de una fase de la luna, marca la plenitud. Siete partes: cinco centrales, una de apertura y una de cierre. El cierre está representado por supuesto por la historia de la pasión muerte y resurrección de Jesús. La apertura, en los dos primeros capítulos, contiene la así llamada ‘historia de la infancia’. Es una introducción teológica al Evangelio.
Mateo en este caso trabajó con su propia tradición, de hecho, el contenido de los dos primeros capítulos de Mateo son exclusivo del primer evangelista; no se encuentran en los otros evangelistas. Como sabemos, Marcos y Juan no narran la infancia de Jesús. Lucas la narra, pero de otra manera, con otros episodios. Solo los nombres de las personas se corresponden y los nombres de las ciudades.
Todo el escenario narrativo es propio, sea de Lucas que de Mateo. Significa que estas historias no eran parte de la tradición común, sino que fueron el resultado de una reelaboración teológica particular. La escuela de los escribas de Mateo ha reelaborado sobre la base del estudio de las Escrituras una síntesis como preámbulo del Evangelio.
Quieren decir que, desde el comienzo, ya se veía a donde terminaría. Desde el comienzo, en la experiencia histórica de Jesús, estaban las señales de lo que sería el cumplimiento de su obra. Por eso la historia de la infancia en Mateo se estructura en torno a 5 citas bíblicas. Insisto en el número porque no es casual.
Primeramente, construyeron un marco referencial con estas cinco referencias bíblicas. La primera tomada de Isaías (7,14): “Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel”. Segunda cita del profeta Miqueas: “Y tú belén, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti sacaré el que ha de ser jefe de Israel”. Tercera cita, del profeta Oseas, comienzo del capítulo 11: “Desde Egipto llamé a mi hijo”. Cuarta cita, del profeta Jeremías, libro de la consolación, capítulo 31: “Escuchen, en Ramá se oyen lamentos y llanto amargo: Es Raquel, que llora inconsolable a sus hijos que ya no viven”. La quinta cita, no literalmente, no por un profeta en particular sino por los profetas en general: “Sera llamado ‘Nazareno’”.
Es una expresión que no se encuentra propiamente en ningún texto profético pero es una alusión a un concepto hebreo probablemente, el נצר (netser), el brote, será llamado Nazareno porque es el brote profético de la raíz de ‘Jesé’, prometido por diferentes tradiciones proféticas. (La palabra que Isaías usa para 'brote' es נצר (netser) una metáfora de agricultura que en tiempos de Mateo se entendía como una referencia a la venida del Mesías).
Por lo tanto, la escuela de Mateo partió de algunos textos bíblicos, de algunas imágenes proféticas de tipo mesiánico. Ha elegido 5, siempre por la alusión a la ley, y alrededor de estas cinco frases ha construido los episodios de la infancia para mostrar cómo en Jesús se da el cumplimiento de las Escrituras. El estribillo habitual es el siguiente: “Esto sucedió para cumplir lo que fue dicho por el Señor por medio del profeta”.
Existe, por tanto, un subrayado de cumplimiento. En la vida de Jesús se cumple la promesa expresada por los profetas. En particular, cuando se cita a Oseas 11: “De Egipto llamé a mi hijo”, se nos da a entender una idea importante. Cuando el profeta alude a su hijo piensa en Israel; en el texto de Mateo el hijo es Jesús. “De Egipto llamé a mi hijo”: Es el Señor, Dios de Israel, que recuerda el Éxodo; quiere decir: ‘De Egipto saqué al pueblo de Israel, que es para mí como un hijo’. En la aplicación de Mateo, aludiendo a la huida a Egipto y al regreso, el significado del texto se convierte en: “Dios Padre hizo regresar su Hijo Jesús de la condición de éxodo en Egipto”.
Entonces la relación es entre Israel y Jesús. Este es un principio importante de la teología de Mateo: Jesús es el verdadero Israel. El hombre Jesús es la plenitud del pueblo; inserto en el pueblo representa las verdaderas cualidades del pueblo de Israel. Es el verdadero Israel, es el resto santo, es el Hijo de Dios en sentido pleno y fuerte. Jesús vive lo que Israel vivió. No solo Jesús cumple las promesas hechas a Israel. Jesús es el Israel fiel, es el que responde al Padre como le place a Dios. Es el cumplimiento de la alianza. En Jesús se cumple el proyecto de Dios. Dios cumple la promesa porque Jesús, verdadero Israel, mantiene la fidelidad. Es el encuentro perfecto que conduce al cumplimiento, a la realización.
El libro de Mateo comienza con una expresión digna de mención. En castellano es traducido como ‘genealogía’, pero en griego hay una palabra mejor: “Libro del génesis” ‘Βίβλος γενέσεως’ = Biblos geneseos. Precisamente: ‘Génesis” como título del primer libro de la Biblia. El editor comienza deliberadamente su texto con la expresión “Libro del Génesis”. Parece ser el título inicial: “Génesis de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán”.
Y, de hecho, este libro del Génesis es una síntesis del Antiguo Testamento; la genealogía en el sentido de que se hace mención de los nombres de los antepasados de Jesús. Y con un esquema narrativo bastante común en el Antiguo Testamento, hace un resumen de 42 nombres, desde Abrahán hasta José, revisando dos mil años de la historia de Israel. De padre a hijo, de generación en generación, su misericordia permanece fiel. Prometió a Abrahán, prometió a David, prometió al pueblo exiliado en Babilonia, lo hizo regresar. Y en la plenitud del tiempo la promesa se cumplió.
El libro de la génesis de Jesucristo, que abre el evangelio según Mateo, es una síntesis de la historia bíblica hecha simplemente a través de los nombres de padres e hijos, de generaciones que manifiestan el poder de la bendición de Dios. En medio de todos los nombres de hombres aparecen cuatro nombres de mujeres. No están puestos al azar. Mateo omite los nombres de las grandes madres de Israel: Sara, Rebeca, Raquel, Lea, y en su lugar nombra a personas extranjeras. Comienza por nombrar a Tamar, una cananea; luego nombra a Rajab, la prostituta de Jericó, también ella cananea; luego a Rut, mujer santa pero moabita, extranjera, perteneciente a un pueblo odiado. Finalmente, la que fue mujer de Urías, Betseba, responsable del adulterio de David.
Cuatro mujeres extranjeras caracterizadas por una situación irregular o pecaminosa. ¿Por qué nombrar a estas mujeres en la genealogía? Para mostrar la apertura universal. Ya en las raíces genealógicas de Jesús, estaba la apertura. Si en la tradición judía la pertenencia al pueblo es dada por la madre, por la mujer, y si en la familia de Jesús había mujeres extranjeras, significa que los extranjeros, de alguna manera, ya estaban en casa en el Antiguo Testamento.
Y la apertura final del evangelio: ‘Hacer discípulos de todos los pueblos’, no es una invención nueva y gratuita, sino es la consecuencia lógica de lo que fue en el pasado, de lo que era la raíz, la intención antigua de Dios. Las cosas viejas, las cosas nuevas, del único patrimonio de este jefe de familia, son precisamente las promesas que se cumplen en Jesús. Además, ‘cuatro’ es un número cósmico: las cuatro partes del mundo; los cuatro puntos cardinales. Cuatro mujeres extranjeras hacen referencia a toda la tierra, a toda la humanidad.
Pero el final nombra a la quinta mujer, María. Después de haber repetido por 42 veces el mismo cliché literario, ahora, en un cierto punto, cambia. Leamos hacia el final de la genealogía: “Eliud engendró a Eleazar; Eleazar engendró a Matán; Matán engendró a Jacob; Jacob engendró a José” –la lógica debería continuar: José engendró a Jesús, y así acabaría normalmente, pero no acaba así–, José es presentado como el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Mesías. Tampoco dice: José esposo de María, que engendró a Jesús, sino enfatiza que de María nació Jesús.
En los casos de las otras mujeres, la fórmula era esta: “Judá engendro, de Tamar, a Fares… Salmón engendró, de Rajab, a Booz… Booz engendró, de Rut, a Obed”. Entonces, la forma normal debería haber sido José engendró, de María, a Jesús. En su lugar, deliberadamente, después de una fuerte insistencia en una fórmula idéntica, el narrador cambia al final: “Jacob engendró a José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Mesías”. El hombre Jesús reconocido con la función de Mesías. Todas estas generaciones son 14, más 14, más 14.
¿Por qué lo hace resaltar? Es un estilo particular típico de la cultura judía, un poco difícil de entender para nosotros. ‘Catorce’ es el número de David, porque en hebreo, así como en griego y en latín, no había signos de números, signos para indicar números, sino que las letras del alfabeto se usaban y se usan como un signo numérico. Así la א = ‘alef’, primera letra del alfabeto equivale al 1; y ב ‘beth’ es la segunda letra y equivale al 2. En hebreo solo se escriben las consonantes; las letras del alfabeto son todas consonantes. El nombre de David se compone de tres consonantes דָּוִד - DVD y en el alfabeto hebreo la D equivale al 4, la V equivale al 6 y la otra D nuevamente cuatro. Sumando 4 + 6 + 4 = 14. Y en la forma común de hablar de los escribas, el 14 es el número de David. El nombre David es equivalente a 14.
El evangelista Mateo elabora esta genealogía con tres grupos de 14. El hijo de David, el heredero de las promesas, el Mesías es un David más David más David. Es un subrayado del cumplimiento, de plenitud, son 14 X 3. Es una plenitud de la promesa hecha a David y a sus descendientes.
Entonces, la narración de la historia del nacimiento de Jesús, presenta el problema de José y la concepción virginal de Jesús. Mateo narra la visión nocturna en un sueño: un ángel del Señor le dice a José que no tenga miedo de confiar en María porque lo que nació en ella viene del Espíritu Santo; no es el resultado de un adulterio, como uno podría lógicamente imaginar, sino es una intervención creativa del Espíritu de Dios. José se fía.
Es una revelación de Dios; le explica el significado de lo que está sucediendo; le da un encargo y José lo acepta. Se fía, se levanta y hace como el ángel le indica: se lleva consigo a su esposa María. “Todo esto sucedió para que se cumpliera…”. Aquí comienza la primera gran referencia donde aparece el término Emanuel. En el pasaje de Isaías resalta el nombre Emanuel; el hijo de la virgen “se llamará Emanuel, que significa Dios con nosotros”. Ya que habla a un ambiente griego, el evangelista lo traduce al griego.
Emanuel es un nombre simbólico acuñado de Isaías con un significado particular. De hecho, ese niño no se llamará Emanuel, se llamará Jesús, pero Jesús es Dios-con-nosotros. Esto se entiende al final. La última palabra del Cristo Resucitado, al final del evangelio de Mateo es precisamente esta: “Yo soy (el nombre de Dios) con ustedes todos los días”. El Emanuel, Dios con nosotros, es Jesús en persona. Es Dios hecho hombre, realmente presente en su comunidad que es la Iglesia, todos los días hasta el fin de los tiempos.
No es que sea un forzamiento del texto bíblico. Alguien dijo la virginidad de María, la concepción virginal, es un invento para hacer cuadrar las Escrituras. Imposible, porque este versículo de Isaías no se leía en la tradición judía como mesiánico, es decir, en la comunidad judía de aquella época, no esperaban que el mesías naciera de una virgen; y por tanto no había razón para decir que Jesús nació de una virgen para que así se aceptan las interpretaciones correctas.
Fue el hecho extraordinario del nacimiento de Jesús lo que iluminó la interpretación bíblica. Es el hecho histórico de la concepción virginal el que aclaró el concepto de Isaías. Por tanto, el texto cristiano relee e interpreta la antigua profecía, encontrándole sentido y mostrando la relación plena de cumplimiento. Jesús verdadero Israel, cumple las promesas a Abrahán, a David y sus descendientes.