El Evangelio
según San Mateo
Parte I
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
1. Comenzando del final
El Nuevo Testamento comienza con el Evangelio según Mateo. El Nuevo Testamento es la colección de libros que la comunidad cristiana, que vivió en torno de Jesús de Nazaret, ha producido durante 70 años, y que ha reunido junto con la Biblia heredada de la tradición judía. El primer libro de la colección del Nuevo Testamento es el Evangelio según Mateo, el primero de los cuatro evangelios.
Desde la antigüedad, el Evangelio de Mateo fue considerado el primero, el más antiguo. Probablemente la información que tenemos de los antiguos Padres de la Iglesia no se refería adecuadamente al Evangelio de Mateo que tenemos ahora, sino a alguna edición precedente. Es probable que la comunidad apostólica en los primeros años posteriores a la Pascua de Jesús, fechada en el año 30, no solo predicara, sino que también comenzara a escribir algo de la predicación.
Y en los primeros años se haya producido una especie de primitivo evangelio, fundamental, primario, con el esquema básico de la predicación de los apóstoles en Jerusalén, quienes anunciaban al pueblo de Israel, la persona de Jesús reconocida como el Mesías de Israel y de todos los pueblos. De este esquema primordial derivan los otros evangelios que llamamos sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas.
Probablemente este primer texto escrito en lenguaje semítico fue elaborado por Mateo, el publicano, uno que se había vendido a los romanos para ser un recaudador de impuestos; pero encontró a Jesús, cambió su vida por completo y después de la resurrección del Maestro, Leví, llamado ahora Mateo, probablemente fue el que alargó este primer texto que los apóstoles produjeron para tener un documento oficial de su predicación sobre Jesús.
Este texto fue llevado en misión; es probable que Bernabé, cuando fue enviado a Antioquía en los años cuarenta, para verificar el nacimiento de una comunidad helenista en esa gran ciudad, haya llevado consigo el Evangelio de los Doce, y en Antioquía se haya hecho una primera versión en griego, con adiciones y adaptaciones. Es probable que este texto llevado a Antioquía fuera conocido como el evangelio según Mateo porque fue precisamente Mateo quien lo presentó en Antioquía.
En Antioquía nació una comunidad cristiana animada que a lo largo de los años continuó elaborando este texto primordial y hacia los años 80, 40 años después de la llegada del texto en Antioquía, una comunidad de escritores cristianos, que convencionalmente llamamos la escuela de san Mateo, hizo la edición definitiva del Evangelio que ahora tenemos en nuestras manos y que queremos estudiar, tratar de conocerlo mejor, pero comenzamos desde el final. No comenzamos desde la primera página, sino desde la última porque a menudo sucede que una obra literaria se entiende mejor a la luz del final. También sucede en la vida: el final ilumina el significado de todo lo demás.
Entre otras cosas, el evangelio de Mateo termina de una manera abierta, particularmente interesante desde un punto de vista literario, es decir no existe una conclusión, sino que la historia permanece casi suspendida y es el lector quien debe imaginar la continuación. El primer Evangelio tiene 28 capítulos, el más largo de todos; el último capítulo está dedicado a los encuentros con el Resucitado.
Después del episodio común también a los otros evangelistas de la visita de las mujeres al sepulcro vacío en la mañana de Pascua, Mateo narra el encuentro del Resucitado con las mujeres, que se convierten en misioneras de los apóstoles. Luego narran el caso de los soldados corrompidos por el Sanedrín para que mientan sobre la situación de la tumba que se encuentra vacía. Finalmente, presenta un episodio altamente simbólico que es crucial para su teología. Leamos a partir del versículo 16: “Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Jesús”.
Los discípulos ya no son 12, solo 11. Es una indicación para decir que no están completos; existe el drama de la traición de Judas, uno del grupo más cercano a Jesús, lo traicionó, se alejó, fue el responsable del arresto y acabó su vida trágicamente. Los once obedecen a Jesús. La invitación a regresar a Galilea quizás no tenga un valor histórico sino simbólico. Con la reconstrucción de los hechos parece que los apóstoles permanecieron en Jerusalén después de la Pascua; en Pentecostés todavía están allí y la misión comienza en la capital de Israel, pero el regreso a Galilea tiene un valor simbólico porque la Galilea es la tierra de los paganos.
El nombre de Galilea no era realmente el nombre original, sino un nombre común que indicaba el distrito, la región, la provincia, 'GUELIL' con la especificación de la gente, 'GUELIL AGOYÍN" ‘la galilea de los gentiles’. Allí comenzó la predicación de Jesús; es el ambiente de los extranjeros, donde vivían judíos, pero no eran toda la población; vivían junto con otras poblaciones de otras razas y religiones.
Galilea, que fue el punto de partida de la predicación de Jesús, se convierte en el lugar ideal de regreso. Después de Pascua los apóstoles son invitados por Jesús a regresar a Galilea, para volver a los orígenes, para repensar todo lo que han vivido juntos con el Maestro en los años de su ministerio. Y participar en la vida común entre la gente, incluso entre los no judíos. El final de Mateo es un final abierto, de apertura para todas las personas. El Mesías Jesús no está reservado para Israel sino para todos los pueblos.
La montaña, en la simbología bíblica tiene un valor particular; es la tierra que se eleva hacia el cielo. La montaña es un lugar simbólico del encuentro entre el hombre y Dios. El hombre se eleva hacia el cielo y el Señor baja a la tierra. En la montaña Moisés encontró al Señor, allí se realizó la alianza; recibe la ley y promete lealtad. Las montañas le interesan particularmente a Mateo y las menciona en algunos pasajes importantes de su narración. Recordamos bien el discurso de la montaña, la nueva ley, fundamento de la nueva alianza. Toda la narración de Mateo termina en otra montaña, una montaña que Jesús les había indicado. No van a donde ellos quieren sino a donde Jesús les había indicado. Es un encuentro teofánico, o sea, donde Dios se manifiesta. Es la revelación definitiva de Dios en la persona del Jesús resucitado.
“Al verlo, se postraron, pero algunos dudaron”. El evangelista pone juntos dos aspectos. Por un lado, la fe; por el otro, la vacilación. Solo eran once, es una universalidad imperfecta. Se postran en adoración ante Jesús, sin embargo, todavía tienen incertidumbres y dudas en el corazón. “Jesús se acercó” … El verbo acercarse tiene un relieve particular para el evangelista Mateo. Es un verbo técnico del lenguaje sacerdotal e indica el hecho que los sacerdotes se acercan al mundo sagrado, a lo divino. Utilizando esta imagen, Mateo usa este verbo para indicar que es el divino que se acerca al humano. Es Jesús, que se acerca a los discípulos, se adelanta él hacia los que están postrados, arrodillados en tierra en adoración.
Jesús se acercó y les dijo: “Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. Se cierran las comillas. Punto final del texto. Pero no es el final del episodio. Dejamos a los discípulos en la montaña, arrodillados ante el Señor resucitado. Después de haber dicho estas palabras ¿qué es lo que sucedió? ¿Le hablaron? ¿Se movieron? ¿Qué hicieron? Y, ¿dónde fue Jesús?
El evangelista Mateo no dice nada sobre esto. Termina con un episodio significativo en la montaña donde el Señor resucitado les da a los discípulos una indicación operativa. Es la Carta Magna de la comunidad cristiana de Mateo. Releamos estas palabras, porque son importantes. Primeramente, Jesús hace una afirmación en la que describe su propia persona y la autoridad que le ha sido dada. “Me han concedido plena autoridad”. Toda la ‘exusía’, la ‘potestas divina’, se le confió a Jesús, en el cielo y en la tierra. Es la expresión polar que, con dos elementos contrapuestos quiere indicar todo. El Resucitado fue entronizado y recibió el poder cósmico. El humillado ha sido glorificado; al que expulsaron, ha sido exaltado por Dios.
Es un ‘pasivo’, que técnicamente se llama ‘pasivo divino’. “Me han concedido” … ¿quién se lo concedió? No se dice explícitamente, pero está claro que es ‘Dios’. Es una forma típicamente semítica de evitar el nombre de Dios. Podríamos decir: ‘Dios me dio todo el poder sobre el universo’, por tanto, ‘andando’ hagan discípulos. Debemos prestar atención a la importancia del ‘por tanto’. Crea un nexo de relación y de consecuencia. ‘Dado que yo he recibido todo el poder, ustedes, mis discípulos hagan discípulos. Aunque ‘vayan’ se tradujo como un imperativo, en el original, es un participio. Nosotros lo traducimos mejor con un gerundio: ‘andando’ hagan discípulos.
El imperativo se refiere al compromiso de ‘discipulando’. Este verbo no existe en castellano, es un forzamiento del idioma porque en el original griego existe el verbo que tiene la misma raíz que la palabra ‘discípulo’, en forma causativa. Algunas traducciones antiguas decían: ‘amaestrar’, no era buena traducción porque este verbo se utiliza para los animales, y sobre todo porque contiene la idea del ‘maestro’, mientras que en el original está la idea del discípulo.
Los seguidores de Jesús no se convierten en maestros, sino que continúan siendo discípulos que hacen que otras personas se conviertan en discípulos. Los destinatarios de este mandamiento de Jesús son los discípulos y el objetivo es que todos los hombres del mundo se convierten en discípulos. O sea que ‘aprendan’. El discípulo es el que aprende. En consecuencia, mientras caminan, a lo largo de todas sus vidas, hagan que todos los pueblos se conviertan en discípulos.
Aquí está la apertura universal, ‘πάντα τὰ ἔθνη’ = panta ta ethné = todas las razas del mundo. Es una apertura étnica, mientras que Israel es una etnia única y se consideran aislados, aquí está la llamada a todas las etnias del universo. Todas estas razas humanas están llamadas a convertirse en discípulos del único Maestro, el Señor resucitado, que tiene todo el poder en el cielo y en la tierra. ¿Cómo hacer discípulos? De dos maneras: bautizando y enseñando. El primer verbo recuerda la dimensión sacramental, la obra litúrgica de la iglesia que a través de los sacramentos comunica la gracia del Señor resucitado. Y aquí encontramos la fórmula que todavía usamos hoy en el bautismo: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Es una fórmula trinitaria perfecta que tomamos de este final de Mateo para hacer la señal de la cruz, para celebrar el bautismo y dar bendiciones.
Bautizar significa sumergir. Sumergiendo sacramentalmente a todos los pueblos en la relación que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, haciéndolos entrar en comunión de vida con las Personas divinas tal como se manifiestan en la vida de Jesús. “Bautizando y enseñando”. Es un trabajo catequético de tipo formativo, educativo. No es suficiente celebrar el sacramento, es necesario introducir el conocimiento. ¿Y qué es lo que deben enseñar? Deben enseñar a observar, a conservar, a custodiar todo lo que Jesús ha mandado.
Notemos la insistencia en la totalidad. En estos pocos versículos, de varias maneras, se usa el adjetivo ‘todo’. “Se me ha dado todo el poder; para hacer discípulos entre todos los pueblos; enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado; estoy con ustedes todos los días”. La comunidad de discípulos transmite todo lo que Jesús enseñó; y no solo lo transmite, sino que lo guarda y enseña a mantenerlo, a conservarlo.
La última palabra es una promesa, es una afirmación de identidad: “Yo estaré con ustedes”. La fórmula: ‘yo soy – yo estaré’, es muy importante; es el nombre de Dios, es la revelación del nombre de Dios hecho en Sinaí a Moisés. Ahora Jesús se presenta como: ‘Yo soy’… no solamente eso: “Yo estaré con ustedes”. Es la revelación del Dios con nosotros. Lo que inicialmente se anunció como el Emanuel: “Yo estoy con ustedes”. Ahora, Jesús, reconocido como Dios, en estrecha relación con el ‘Señor Adonai’, el Dios de Israel, que se reveló al Sinaí, y con la comunidad, se identifica con su grupo.
“Todos los días” – siempre, en todas las realidades cotidianas, en la Galilea de todos los días. “Hasta que acabe el tiempo”, o sea otra forma de traducir ‘hasta el fin del mundo'. Es el fin. El término y meta a lo que todo apunta. Es el cumplimiento del tiempo histórico, de la realidad de este mundo que ha sido transformada por la presencia de Cristo. La comunidad de Mateo vive, experimenta con fuerza la presencia del Cristo resucitado. “Yo estaré con ustedes siempre”. Esta comunión de vida abre a la misión.
La iglesia es por naturaleza misionera… hacia la Galilea, hacia las periferias del mundo, hacia toda la realidad. Todos los días, enseñando todo lo que Jesús ordenó. Y el objetivo es convertirse en discípulos. Leer el Evangelio de Mateo significa, una vez más, ponernos en la escuela de Jesús, el único Maestro para convertirnos en verdaderos discípulos y ayudar a otros a convertirse en discípulos como nosotros.