El Evangelio
según San Mateo
Parte X
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
10. Las parábolas del rechazo de Israel
“Cuando Jesús terminó este discurso, se trasladó de Galilea a Judea”. Así comienza el capítulo 19 del evangelio según Mateo. Reconocemos un versículo típico de transición, una nota editorial con la que el evangelista señala que el discurso eclesial del capítulo 18 ha terminado y comienza la última parte, la última narración de los hechos antes de la pasión que precede al último gran discurso, el escatológico. Rápidamente, siguiendo los capítulos 18, 19, 20, 21 y 22 notamos cómo el evangelista Mateo siguió aproximadamente el patrón de la antigua predicación, según el evangelio de Marcos y ha minimizado la historia del viaje de Galilea a Jerusalén, pero notando este importante cambio.
La llegada a Jerusalén crea una tensión particular. Al comienzo del capítulo 21, Mateo narra, según el modelo tradicional, la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Las multitudes vienen y lo reconocen como mesías, lo aclaman como el heredero de David y esperan que él sea el restaurador de la monarquía. Depositan en él una confianza terrenal, una esperanza de autonomía política, administrativa, de una venganza contra los romanos invasores y opresores. Jesús llega con un gesto simbólico; envía intencionalmente a buscar un burro y se monta en este simple animal de campo. Otra figura muy diferente a la del general, del líder militar que llega en un caballo blanco como triunfador.
Jesús llega como un campesino, como una persona simple; llega imitando un dicho del profeta y Mateo, que está particularmente atento a las tradiciones bíblicas del Antiguo Testamento, aclara explícitamente: “Esto sucedió, escribe, para que se cumpliera lo que dijo el profeta”. No dice que es Zacarías, pero lo sabemos.
Cita el texto de Zacarías 9,9 le dice: “Alégrate, ciudad de Sión: grita de júbilo, Jerusalén; mira a tu rey que está llegando: justo, victorioso, humilde, cabalgando un burro, una cría de burra”. ‘Tu rey es humilde’. Es un adjetivo que particularmente le gusta a Mateo, lo usa en las bienaventuranzas: ‘Bienaventurados los humildes porque heredarán la tierra’. Lo usa para calificar a Jesús, cuando dice, ‘aprende de mí que soy manso y humilde de corazón’. Ahora, a través de la frase de Zacarías, propone al rey mesiánico como una persona mansa, no combativa, no violenta, no llega como un general militar; no es el rey que la gente espera, no es el líder revolucionario, no es el que organiza la rebelión contra Roma. Es el rey manso, dócil, sentado en un burro. El rey en el burro es un programa, una imagen que debe golpear y comunicar un nuevo estilo.
Jesús, por lo tanto, de alguna manera acepta el reconocimiento mesiánico de las multitudes porque en realidad él es el mesías, pero con ese gesto provocador del burro desafía la mentalidad del poder, de la fuerza, de guerra y violencia. En definitiva, su llegada a Jerusalén desafía la situación y la aclamación de ese momento inicial pronto deja espacio para un enfrentamiento.
En los días siguientes narra el evangelista que Jesús está en el templo discutiendo con los maestros, las autoridades religiosas de Israel en el pórtico de Salomón, un largo pórtico que bordeaba todo el lado oriental de la explanada del templo donde se encontraban las diversas escuelas con los maestros y discípulos de varios grupos. Jesús se entretiene a discutir sobre teología, sobre derecho canónico con estas autoridades.
Entre las diversas preguntas que se le hacen a Jesús, la tradición, atestiguada sobre todo por Marcos, narra una parábola, la de los viñadores asesinos. Mateo sigue el mismo esquema, narra esta parábola, pero agrega dos más. Este es un elemento importante del evangelista Mateo, mientras sigue el esquema tradicional de los sinópticos, integra su material con otros textos. Así, la parábola del rechazo de los viñadores asesinos, se triplica y se convierte en tres parábolas del rechazo.
Pone una primero, la de los dos hijos y una después, la de los invitados al banquete. Y a través de estas tres parábolas construye, una especie de historia trágica de salvación. Está marcada, principalmente, por la negativa de algunos. Comenzamos con la parábola de los dos hijos que encontramos en el capítulo 21, comenzando desde el versículo 28. Como toda parábola es una provocación, una invitación al diálogo, buscando una respuesta, una toma de posición de los oyentes.
Y, de hecho, Jesús comienza con una pregunta: “Qué les parece?” ‘Díganme qué piensan… denme su juicio’ sobre lo que les voy a contar: “Un hombre tenía dos hijos. Se dirigió al primero y le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. El hijo le respondió: No quiero; pero luego se arrepintió y fue. Acercándose al segundo le dijo lo mismo. Éste respondió: Ya voy, señor; pero no fue”. Dos hijos que responden de manera diferente y actuaron de manera diferente. No son coherentes ninguno de los dos. Las acciones no corresponden a las palabras. Uno dice que no quiere ir, pero luego se arrepiente y va a trabajar; el otro en palabras dice: ‘sí, señor’ pero no va a trabajar como el padre le pidió.
Esta es una pequeña escena de la vida familiar, una experiencia bastante común; está claro que Jesús la ha cargado con un valor teológico importante y pregunta a estas autoridades quién de los dos ha hecho la voluntad del padre. En medio de esta diferencia, ¿dónde está la realización del proyecto? Le responden: el primero. El que, incluso con palabras se había negado a ir, de hecho, trabajó como el padre le había pedido. “Y Jesús les dijo: Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios”.
Es una palabra dura que ha quedado impresa en muchos oyentes del evangelio: ‘los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios’, pero ¿a quienes se lo dice? Lo dice a las autoridades de Israel, a las personas que no han aceptado la predicación de Jesús, aún más, a renglón siguiente especifica que la predicación no aceptada es la de Juan el Bautista, antes que Jesús. “Porque vino Juan, enseñando el camino de la justicia, y no le creyeron…” (ustedes, la autoridad de Jerusalén) mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas le creyeron". Ellos cambiaron, no permanecieron recaudadores de impuesto, las prostitutas cambiaron, entendieron que estaban equivocados y al escuchar al profeta Juan cambiaron su vida. Ustedes, por el contrario, vieron estas cosas, pero ni siquiera se arrepintieron para creerlas. A ustedes esa palabra no les sirvió de nada. Dijeron que sí, pero no lo han hecho, así que, en el reino de Dios, entran aquellos que cambian.
Los recaudadores de impuestos y las prostitutas los adelantan, no porque son publicanos y prostitutas, sino porque dan la bienvenida al mensaje y han cambiado. Puede haber alguien que permanezca indiferente y da la impresión de haber recibido todo el mensaje, pero nada cambia en su vida. Son rechazados, quedan fuera. La primera parábola va seguida por la segunda, la central de los viñadores. Una parábola que demuestra una notable habilidad de Jesús como narrador porque una parábola válida debe desplazar al oyente que escucha. El que escucha no debe darse cuenta a dónde va el narrador y se sorprenden de ser ‘lupus in fabula’ = ‘el lobo en la fábula’. No se da cuenta de que él es el protagonista de la historia. Depende de la habilidad del narrador para asegurarse de que el oyente no se encuentre de inmediato porque si comprende demasiado pronto, que se refiere a él, se defiende, se esconde y la parábola no funciona.
Por tanto, Jesús cuenta una historia de trabajadores rebeldes; campesinos que alquilaron un viñedo y no querían pagar la renta – que diríamos hoy. Tenían un contrato de aparceros, de manera general, y debían pagar una cierta cantidad de producto al patrón. Jesús cuenta la parábola a las autoridades de Jerusalén; a la aristocracia sacerdotal que tenían grandes propiedades. Estos ricos terratenientes tenían muchas villas en Galilea y tenían problemas con los campesinos, a veces rebeldes. Jesús habla de un señor que planta una viña. La dota de todo el equipo necesario, la alquila a los campesinos y se va porque vive en otro lugar. Cuando es hora de recolectar la cosecha, envía a sus administradores, los campesinos se rebelan, no quieren pagar; los otros administradores enviados son golpeados, malheridos, incluso asesinados. Ese hombre envía a su propio hijo, arriesgándose seriamente; piensa que respetarán a su hijo, ¡NO! Esos campesinos matan a su hijo y lo echan fuera de la viña.
La parábola termina con una pregunta: Jesús pregunta a esas autoridades, a esos terratenientes adinerados: “Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿cómo tratará a aquellos viñadores? Ellos, inevitablemente, se han identificado con el dueño de la viña y piensan que Jesús está defendiendo a los granjeros de Galileo y quiere hacerles decir que tienen que perdonar a estos campesinos que se rebelan porque no quieren pagar las rentas y, por lo tanto, están convencidos de estar en lo cierto respondiendo: “Acabará con aquellos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen su fruto a su debido tiempo”. Han dado la sentencia, pero es una sentencia de auto condena.
No se dieron cuenta que se estaban condenando a sí mismos. Y Jesús comenta que tienen razón; esto es lo que se debe hacer. Pero ustedes no han entendido una cosa; no entendieron que esos malvados asesinos son ustedes. Ustedes no son el dueño. El 'patrón' es el Señor. Ustedes son los trabajadores de ese viñedo y ustedes han rechazado a los enviados de Dios y planean matar al hijo.
Esta es una parábola que los teólogos llaman de 'cristología implícita'. O sea, a través de esta imagen, Jesús está diciendo que él es el hijo, él es el hijo del dueño y es el último enviado, como la cima de la misión; y es consciente de que enfrentará la muerte, lo tomarán y lo arrojarán de la viña, convencidos de que tomarán todo para llevar a cabo su revolución. A este propósito se aplica el versículo de un famoso salmo utilizado en las procesiones en Jerusalén: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular; es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro”.
Jesús utiliza este versículo para anunciar la inversión total pascual. Ustedes han rechazado la piedra, al hijo, Jesús, echándolo, pero Dios lo eligió y lo reintegra y lo pone como la piedra fundamental para la construcción del nuevo templo. Es lo que ustedes dijeron. Es lo que sucederá, el reino de Dios les será quitado y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos. El rechazo de estas autoridades, no de todo Israel, es una parte, es un grupo de líderes que se cierran, rechazan a Jesús y lo condenarán a muerte, Y perderán el control, perderán el liderazgo, la tarea de ser pastor de Israel. El reino de Dios, la viña, será confiada a otra gente, a todos los pueblos, Israel incluido, para que acepten el proyecto de Dios.
La tercera parábola de la negativa es la de los invitados al banquete nupcial que Mateo ha reelaborado particularmente en clave alegórica. No es simplemente una cena, sino una fiesta de bodas que un rey prepara para su hijo. Los invitados no solo no aceptan la invitación, sino que golpean o matan a los que traen la invitación para la boda. Golpean y matan a los mediadores que entregan la participación de la boda… es una exageración. Son los mensajeros del banquete que está preparado que son rechazados y asesinados. En esta tercera parábola podemos reconocer lo que sucederá con los apóstoles.
En las tres parábolas Mateo de alguna manera esquematizó la historia de la salvación en tres fases. Antes de Jesús, Juan el bautista y todos los demás profetas fueron rechazados. Jesús como hijo fue expulsado de la viña. Los que llevarán después de Jesús el anuncio del banquete diciendo: ‘todo está preparado, vengan a la fiesta’, serán rechazado y, a su vez, también asesinados y eliminados.
Es una situación que se repite; se ha repetido en el pasado, tuvo su cumbre en Jesús y lamentablemente se repetirá también en el futuro. Y se agrega un detalle importante nuevamente en la final. Los primeros invitados no aceptan la invitación; todos los demás, buenos y malos, entran. Mateo sabe bien que en la iglesia no solo están los buenos, lamentablemente la iglesia también incluye a personas que no están convencidas, que se comportan mal.
Esta actitud está representada por el que no tenía el vestido nupcial que, alegóricamente, indica una vida coherente. El rey baja al banquete y ve al que no tiene el vestido de boda y le dice: “Amigo (no es ‘filos’; es otro término griego que tiene un tono bastante duro: ‘eh, tú, amigo…”. No es un signo de afecto, sino ¿quién cree que eres… qué es lo que viniste a hacer?’, ‘’¿cómo has entrado sin traje apropiado? Él enmudeció… no tenía nada que decir.
El mensaje es que no es suficiente entrar a la iglesia para asegurarse la salvación. De la sala del banquete se lo puede echar fuera. Si no hay coherencia de la vida, si no existe consistencia plena de obras del evangelio, el hecho de haber entrado no es garantía suficiente. “Átenlo de pies y manos y échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el crujir de dientes. Porque son muchos los invitados (llamados son la muchedumbre) pero pocos los elegidos (los elegidos son los que realmente aceptan). Lamentablemente, son pocos.
El riesgo de rechazo continúa en la iglesia y es un problema grave que la comunidad de Mateo estaba experimentando.