Cartas de San Pablo
Primera Carta de Pedro
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
Primera Carta de Pedro
Después de la carta de Santiago, encontramos en la serie de Cartas Católicas la Primera Carta de Pedro. Es un texto muy interesante y vivo que el apóstol Pedro envió como una encíclica a los cristianos que vivían en las regiones de Anatolia, lo que hoy es Turquía. Casi podríamos llamarla realmente la primera encíclica, la primera carta que el obispo de Roma envía a los cristianos dispersos por el mundo.
Al final de la carta, Pedro dice escribió a través de Silvano. Este detalle es importante. Silvano es otro nombre de la persona conocida por los Hechos de los Apóstoles con el nombre de Silas, un cristiano de Jerusalén, muy conocedor de las Escrituras, un colega de Pablo que, en Roma, a principios de los años sesenta, fue también un colaborador de Pedro. Probablemente fue este Silas o Silvano quien puso por escrito la predicación de Pedro, recogiendo los temas principales de sus homilías y enviándolos a los cristianos de Oriente.
Dado que la insistencia de estos sermones se centra sobre todo en la novedad de la vida cristiana, en el compromiso del renacer y del camino en la novedad de la vida, se piensa que son sermones bautismales, es decir, sermones que el apóstol Pedro dio a los cristianos que vivían en Oriente. Se piensa que se trata de homilías bautismales, es decir, de sermones que el apóstol Pedro daba a los cristianos que se preparaban para el bautismo, los catecúmenos o los que acababan de recibir el bautismo, los neófitos. Una serie de catequesis bautismales que se convirtieron en la ocasión de este texto.
Otro tema importante que surge es la invitación a soportar la persecución. Hay que tener en cuenta que, en el año 64, el apóstol Pedro morirá mártir bajo Nerón y con él una gran cantidad de cristianos, como escribió el historiador Tácito. La carta fue escrita unos años antes, podríamos decir el 62, y Pedro invita a los nuevos cristianos a tener el valor de afrontar las dificultades, sabiendo que se encontrarán con la persecución. Llega a hablar, paradójicamente, de la bienaventuranza del que sufre y es perseguido.
Un detalle importante del texto es la reflexión sobre la imagen de la piedra, y es lógico que Pedro tenga esta imagen pues está escrita en su nombre. Es un buen recordatorio de cómo el Señor Jesús, en su vida terrenal, le cambió el nombre de Simón y le llamó Pedro, en arameo, ‘Kefas’ para subrayar que era una roca; se constituyó como la roca sobre la que Cristo construiría la Iglesia. Pedro trajo consigo esta idea, esta imagen, y la amplió proponiendo la misma imagen, la misma comparación a los demás. Leemos en el capítulo 2 esta homilía, que imaginamos fue pronunciada a los neófitos, es decir, a los nuevos bautizados, a las personas que acababan de ser bautizadas.
“Despojados de toda maldad, engaño e hipocresía, de toda envidia y difamación” (dejen de lado todo esto; quítense la ropa vieja y revístanse del hábito blanco bautismal; esto es solo un rito; la realidad debe ser un cambio de estilo). “Como los niños recién nacidos” (aunque sean hombres adultos son recién nacidos) como niños recién nacidos, lloran por la leche, así ustedes "busquen la leche espiritual, (no adulterada), para crecer sanos; ya que han gustado qué bueno es el Señor”. A través del bautismo se han convertido en parte de la vida de Cristo, pero todavía tienen que crecer.
El bautismo no es todo, es solo el comienzo; el bebé esta ahí cuando nace, pero tiene que crecer, tiene que tomar leche, y después alimento sólido para llegar a ser una persona adulta, madura. Así que ustedes que acaban de nacer a la vida cristiana necesitan caminar, crecer hasta madurar y la leche espiritual pura es la enseñanza, la formación, la catequesis que viene de escuchar la palabra de Dios. En la antigüedad, el momento del bautismo coincidía también con la participación en la Eucaristía. ‘Han gustado cuán bueno es el Señor; continúen a gustar su Palabra’. “Él es la piedra viva, rechazada por los hombres, elegida y estimada por Dios; por eso, al acercarse a él, también ustedes, como piedras vivas, participan en la construcción de un templo espiritual”.
La piedra viva es Cristo; es una imagen particularmente interesante; Cristo es la piedra, la roca y no simplemente la piedra, sino la gran masa rocosa, fundamento sólido. Cristo es el fundamento. ‘Han sido colocados bajo él; entonces, sujetándolo a él que es una piedra viva (es una referencia al Señor resucitado, a su nueva existencia). También ustedes, no sólo yo –dice Pedro– se aferran a él, se aferran a esta piedra fundacional; ustedes también son piedras; cada uno de ustedes por su parte, pueden ser una piedra de construcción, pero sólo si se aferran a él que es la piedra viva. También ustedes “participan en la construcción de un templo espiritual”. La piedra fundacional que es Jesús fue rechazada por los hombres; es un versículo de un salmo que Jesús mismo utilizó y luego los apóstoles lo utilizaron en su catequesis: “La piedra que rechazaron los arquitectos es ahora la piedra angular; aquí está la obra del Señor, una maravilla a nuestros ojos”.
Los hombres, las autoridades religiosas de Jerusalén, rechazaron esa piedra que era Jesús, pero Dios la rescató y la colocó como el fundamento del nuevo templo, del nuevo edificio espiritual. Pero una piedra no es suficiente para hacer una casa; se necesita esa piedra fundamental y también se necesitan muchas otras. Ustedes son esas piedras, uno por uno, todos juntos se utilizan para la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios a través de Jesucristo.
Este es otro tema importante que el apóstol Pedro desarrolla: ‘No solo son ustedes parte de la construcción del templo; ustedes son el nuevo sacerdocio; son un grupo sacerdotal, un organismo vivo de sacerdotes’. Pedro está hablando del sacerdocio bautismal; precisamente, por el bautismo cada cristiano unido a Cristo participa de su cualidad sacerdotal que es la capacidad de mediar entre Dios y el hombre y entre el hombre y Dios para ofrecer sacrificios ya no objetos, animales, sino tu vida. El sacrificio espiritual es la ofrenda de la propia existencia a través del Espíritu.
En este sentido ustedes también se convierten en piedras vivas, ustedes son sacerdotes de este nuevo culto, “ustedes son raza elegida, sacerdocio real, nación santa y pueblo adquirido”. Estas son palabras tomadas del libro del Éxodo, en el capitulo 19 donde el Señor hablaba a Moisés sobre el pueblo de Israel. Aquí hay una aplicación de universalidad; no solo el pueblo de Israel, sino todos los pueblos, unidos a Israel, que ahora son parte de la Iglesia, se han convertido en el pueblo elegido. Ellos son el pueblo que Dios ha “adquirido para que proclame las maravillas del que los llamó de las tinieblas a su maravillosa luz.
Los que antes no eran pueblo, ahora son pueblo de Dios; los que antes no habían alcanzado misericordia ahora la han alcanzado”. Esta vez Pedro se refiere al texto del profeta Oseas, con el cambio de nombres de los hijos; los neófitos no son del pueblo, pero son amados. ‘Ustedes, romanos, extranjeros, paganos que estaban fuera de las promesas ahora, en cambio, han entrado, son parte del pueblo, han llegado a ser el objeto de la misericordia de Dios’.
Esta es la catequesis con la que Pedro educa a los que acaban de convertirse en cristianos. Subraya que son el objeto de la misericordia de Dios y los pone en guardia de que no se hagan a un lado. ‘Sin embargo, no se imaginen que todo va a salir bien y todo va a ser fácil. Tengan en cuenta el ejemplo de Cristo. Cristo sufrió por ustedes dejándoles un ejemplo para que sigan sus pasos’.
Y aquí encontramos un texto espléndido, una especie de poema lírico que presenta el paradigma de Cristo. Él es el modelo, él es el Cristo sufriente, modelo del neófito; uno empieza a parecerse a Cristo, pero debe tener claro lo que significa parecerse a Cristo. “Él les ha dejado un ejemplo para que sigan sus huellas. No había pecado ni hubo engaño en su boca; cuando era insultado no respondía con insultos, padeciendo no amenazaba, más bien se encomendaba a Dios, el que juzga con justicia. El llevó sobre la cruz nuestros pecados cargándolos en su cuerpo, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus cicatrices nos sanaron.
Esta vez Pedro se refiere al texto de Isaías, al gran poema del Siervo Sufriente. Las heridas de otro nos han curado. Esto está fuera de la lógica. La herida de uno, de otro, me cura. Es la paradoja de la cruz: él fue herido para que yo fuera curado. “Antes andaban como ovejas extraviadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus almas”.
La palabra "guardián" en griego es ‘epíscopos’, que para nosotros se ha convertido en "obispo". Aquí el título se aplica a Cristo, que es el pastor y obispo de nuestras almas. Él es el que nos guarda y, sin embargo, no nos exime de las dificultades. Él nos ha dejado el ejemplo. Él nos ha enseñado a pasar por el sufrimiento. Él nos da la fuerza –dice Pedro– para pasar por este sufrimiento. “¿Quién podrá hacerles daño si ustedes se preocupan siempre en hacer el bien?”. Pero no siempre es seguro. “Y si padecen por la justicia, dichosos ustedes”. Es un texto un poco fuerte, exagerado: ‘Si te toca sufrir sin haber hecho nada malo, de hecho, por la justicia, porque has hecho el bien eres afortunado. “No teman ni se inquieten, sino honren a Cristo como Señor de sus corazones. Estén siempre dispuestos a defenderse si alguien les pide explicaciones de su esperanza”.
Es otro hermoso consejo que el apóstol Pedro dirige a los recién bautizados. ‘Tienen una esperanza, por tanto, estén listos para dar razones de esta esperanza, para explicar por qué estás tan convencido de lo que estás haciendo. Cuando los demás no te entienden o te critican o se burlan de ti o te persiguen estate preparado para dar razones de tus expectativas y esperanzas’, “pero háganlo con modestia y respeto, con buena conciencia”, no con arrogancia, con actitud de superioridad, sino con gentileza y respeto, “de modo que los que hablan mal de su buena conducta cristiana queden avergonzados de sus propias palabras”.
En Roma había muchas calumnias contra los cristianos; se les acusaba de pecados infames; la ignorancia jugaba a favor de estas acusaciones y, por lo tanto, los que se adherían a la Iglesia cristiana, tenían que defenderse de acusaciones incoherentes. Cuando la ignorancia domina la opinión pública, difundiendo ciertos rumores, terminas siendo considerado culpable sin serlo. Mientras que te difaman, conociéndolos, encontrándolos, sintiéndolos hablar y al ver cómo vives, deben quedarse avergonzados, deben darse cuenta de que todo es infundado. “Queridos, no se extrañen del incendio que ha estallado contra ustedes, como si fuera algo extraordinario; alégrense, más bien, de compartir los sufrimientos de Cristo”. Otro subrayado importante: ustedes están participando en los sufrimientos de Cristo y así no se alegren ni se entristezcan.
“Alégrense, más bien, de compartir los sufrimientos de Cristo. Que ninguno de ustedes tenga que padecer por ladrón o asesino o criminal o por meterse en asuntos ajenos. Pero si padece por ser cristiano, no se avergüence, antes dé gloria a Dios por tal título”.
Y, al final, una exhortación a los responsables de la comunidad, a los presbíteros: “A los ancianos que están entre ustedes les ruego como colega, testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que se ha de revelar: apacienten el rebaño de Dios que les han confiado, cuidando de él no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino generosamente; no como tiranos de los que les han asignado, sino como modelos del rebaño”.
Pedro ha entrado en el papel del pastor, es la piedra que continúa la obra de la piedra, el pastor que continúa la obra del pastor, y exhorta a los cristianos a ser piedras vivas y a los líderes de la comunidad que sean buenos pastores, como Cristo. “Así, cuando se revele el Pastor supremo, recibirán la corona eterna de la gloria”. Concluye diciendo: “Les escribo estas breves letras por medio de Silvano” ‘para que los sermones que prediqué en Roma a los recién bautizados sirvan también a los cristianos dispersos por el mundo’.
Y siguen siendo útiles también para nosotros, que no somos neófitos, pero que aún necesitamos crecer para alcanzar la madurez de Cristo.