Romanos
Carta a los Romanos – Segunda Parte
Videos por el Fr Claudio Doglio
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Carta a los Romanos – Segunda Parte
Escribiendo a los romanos el apóstol Pablo presenta su propio evangelio. Quiere decir que quiere proponer y explicar su visión evangélica; no es la suya como creación personal sino la forma cómo él entendió la forma correcta de anunciar el Evangelio de Cristo. Presenta la obra de salvación y la necesaria confianza de la persona humana en el Señor que se revela y ofrece la salvación.
La Carta a los Romanos es un texto muy extenso, de dieciséis capítulos; es la más larga de todas las cartas paulinas con una estructura compleja, pero podemos dividirla en cuatro grandes partes. La primera parte, tras la habitual introducción de saludos, buenos deseos y la proposición del tema principal que se va a tratar, incluye el tratamiento de la humanidad bajo el pecado. Podemos decir que ocupa los cinco primeros capítulos.
Del 1 al 5, el apóstol centra su atención en la humanidad, en todos los hombres indistintamente, en la condición de la humanidad, que es incapaz de alcanzar la salvación con sus propias fuerzas. Esta es la idea principal. En la segunda parte, que ocupa los capítulos 6, 7 y 8, Pablo habla de los cristianos, de la condición de aquellos hombres que han aceptado la salvación de Cristo. En la tercera parte, que ocupa los capítulos 9 10 y 11 habla de los judíos como aquellos hombres que no han aceptado la propuesta de Cristo. Finalmente, en la última parte, desde el capítulo 12 hasta el final, presenta las consecuencias morales de esa aceptación de la salvación.
Detengámonos en la primera parte. Mientras que en la perspectiva farisaica la salvación consiste en cumplir la ley, Pablo quiere resaltar cómo la persona es incapaz de hacer el bien con sus propias fuerzas. Por tanto, en los primeros capítulos de la Carta a los Romanos el apóstol hace un retrato trágico de la humanidad. En el primer capítulo, pone de manifiesto los pecados del mundo griego.
Razonando como judío y escribiendo a judíos, refleja su mentalidad, según la cual el mundo se divide en dos grupos, los judíos y todos los demás, pero todos los demás, básicamente, en ese contexto cultural antiguo, eran los griegos, era el mundo griego, por lo que la alternativa está entre dos posiciones, judíos y griegos. El cuadro comienza a describir la corrupción del mundo griego, mostrando una situación degenerada, la humanidad en general no es capaz de llegar a Dios y cumplir el plan de Dios, como podemos ver por la corrupción generalizada. Están repletos de injusticia, maldad, codicia, malignidad; están llenos de envidia, homicidios, discordias, fraudes, perversión; son difamadores, 30calumniadores, enemigos de Dios, soberbios, arrogantes, ingeniosos para el mal, rebeldes con sus padres, sin juicio, desleales, crueles, despiadados (Rom 1,29-31).
A veces nos pasa que decimos que una vez las cosas iban bien pero ahora todo está corrompido. Una descripción de este tipo la hizo Pablo hace dos mil años y lo que para nosotros podría ser una imagen de la actualidad es en realidad la imagen que siempre se aplica porque existe esta esta profunda corrupción de la humanidad. Los judíos, al escuchar una descripción tan negativa del mundo pagano, de alguna manera disfrutan porque los demás son malos y Pablo inteligentemente, después de enumerar el comportamiento negativo de los demás, pasa a hablar del comportamiento negativo de los judíos: “No tienes excusa, tú que juzgas, seas quien seas (Rom 2,1).
¿Porque eres judío, crees que estás fuera de esa situación? No; pues al juzgar al otro, ya que tú haces lo mismo. Tú también, aunque conozcas la ley, eres un pecador como los demás que no la conocen. La diferencia aquí no está en saber lo que tienes que hacer, sino en ser capaz de hacerlo. Pablo señala que el comportamiento de los judíos y los griegos es básicamente el mismo, con la diferencia de que algunos tienen una teoría y otros no la conocen. Se necesita algo fuera de la persona humana para ser capaz de alcanzar la justicia de Dios.
Él comenzó la discusión diciendo, “Desde el cielo se revela la ira de Dios contra toda impiedad” (Rom 1,18). ¿Qué es la ira de Dios? Es un concepto difícil para nuestro lenguaje; no podemos simplemente imaginar que significa la furia de Dios, la rabia de Dios, como si Dios perdiera su paciencia. Es un lenguaje de tipo apocalíptico que quiere presentar la ruptura de la relación. La ira de Dios evoca una situación de enemistad. Piensen en la condición que se da en tu vida con respecto a una persona con la que no te llevas bien, con la que has roto relaciones por alguna razón, no se ven más, no sabes qué decir, no quieres decir nada; hay una separación. Hay malas relaciones entre ustedes, no hay comunión y comunicación. Esta es una condición que Pablo define como ‘ira’; por lo tanto, la ira de Dios que se manifiesta es la condición de ruptura de relaciones.
La humanidad, en general, no se lleva bien con Dios, no hay comunión, no hay encuentro, y no es posible; ni siquiera los que conocen la teoría de la ley son capaces de llevarse bien porque hay algo que impide esta buena relación. Pablo concluye este primer repaso negativo, la parte destructiva de su propuesta, con una antología de frases bíblicas. Lo hace a propósito, tomando frases del Antiguo Testamento que ponen de manifiesto cómo no hay nadie que haga el bien, "no hay quien haga el bien, ni uno solo; no hay uno honrado ni un sensato que busque a Dios. Todos se han extraviado y pervertido. No hay nadie quien haga el bien, ni uno solo” (Rom 3,10-12) No es una frase de Pablo. Es de un salmo del Antiguo Testamento, y el apóstol concluye: "Ahora bien, las exigencias de la ley se dirigen a los súbditos de la ley" (Rom 3,19).
Por tanto, si un texto revelado dice que no hay ni siquiera uno que haga el bien, y lo dice de los judíos, en el sentido de que ni siquiera ellos hacen el bien; ni siquiera ellos, que conocen la teoría, la ponen en práctica, de modo que “y así a todos se les tapa la boca y el mundo entero queda sometido al juicio de Dios". No hay alternativa; frente a Dios todos, realmente todos son culpables, tienen que cerrar la boca y callar; no hay posibilidad de salvación personal; nadie puede decir, 'me salvo yo mismo, lo puedo hacer con mis propias fuerzas'.
Después de esta parte destructiva el apóstol parece decir ¿somos unos miserables desesperados, no tenemos perspectiva? Aquí es donde se coloca el Evangelio, la Buena Noticia. “Pero ahora, independiente de la ley, aunque atestiguada por la ley y los profetas, se da a conocer la justicia de Dios que salva" (Rom 3,21) Lo contrario de la ira de Dios es la justicia de Dios.
Tomemos nuevamente la imagen anterior. A una mala relación se contrapone una buena relación. Imagina la relación que tienes con un amigo con el que te sientes bien, al que quieres, con el que siempre sabes qué decir, cuya compañía te agrada porque estás en sintonía con esa persona. Esa es una buena relación. Intenta contrastar concretamente la relación que tienes con alguien que no aguantas, es una mala relación y una buena relación con otra persona a la que quieres.
Esta relación buena de amistad es lo que Pablo llama la justicia de Dios. La justicia de Dios se revela independientemente de la ley, es decir, no es un efecto de la ley, no es que por conocer las reglas me convierta en amigo de Dios. Esa amistad, esa unión personal profunda y afectuosa, no nace de observar las reglas porque puedo observar externamente todos los dictados de las reglas y no estar unido en mi corazón al Señor en verdadera amistad. Con mis propias fuerzas no lo puedo hacer; y nadie puede hacerlo por su propia fuerza. La justicia de Dios se revela independientemente de la ley y, sin embargo, es atestiguada por la ley y los profetas, es decir, por el Antiguo Testamento. La revelación de Dios había hablado de esto: “la justicia de Dios se revela a través de la fe de Jesucristo, válida sin distinción para cuantos creen. (Rom 3,21-22).
La fe de Cristo es el eje que determina el punto de inflexión de la situación humana. ¿Qué queremos decir con la fe de Cristo? No es el hecho de que Jesús creyera en Dios, sino que es su actitud de confianza, pero, sobre todo, según la mentalidad judía para quienes la fe es fundamento, la fe de Cristo es el fundamento constituido en la persona de Jesús. Jesús es el fundamento, es la roca sobre la que se puede construir. Él es la persona sólida, él tiene una buena relación con Dios.
Solo hay un hombre con una buena relación con Dios. El hombre Jesús, él es la piedra fundacional; solo a través de él es posible tener esa justicia, entrar en esa relación de amistad. No hay distinción, lo repite y lo vuelve a repetir. “Todos han pecado y están privados de la presencia de Dios” (Rom 3,23). Pero todos son justificados gratuitamente a través de su gracia, es decir, son puestos en una relación correcta y buena con Dios, gratuitamente, sin tener que pagar nada. No han comprado la justicia, la han obtenido gratuitamente a causa de la gracia que es el amor misericordioso de Dios.
Se llama gracia porque se da gratuitamente, no porque se pague. No se obtiene la gracia si se es bueno. Se da la gracia no obstante lo que haya, partiendo de una situación negativa, de una situación de pecado, porque todos han pecado, todos están privados de la gloria y reciben la gracia sin merecerla, por lo tanto, gratuitamente, pero la gracia es la buena relación con Dios. Se les da la posibilidad de ser amigos de Dios en virtud de la redención lograda por Cristo Jesús. Existe una redención, un rescate que ha realizado Cristo. "Dios lo destinó a ser con su sangre instrumento de expiación para los que creen. Dios manifiesta así su justicia" (Rom 3,25).
La terminología es compleja; se refiere a una situación litúrgica que el pueblo del judaísmo antiguo entendía bien y que en cambio nosotros tenemos dificultad para entenderla. El instrumento de expiación, en griego ‘ilasterion’ indica la cobertura del arca. Es un objeto sagrado que estaba en el templo de Jerusalén, dentro del santo de los santos y era el objeto donde se derramaba sangre el día de Yom Kippur para pedir a Dios el perdón de los pecados. Pablo ha madurado una comprensión diferente: aquel objeto sagrado, dentro del santuario de Jerusalén, era solo una señal, una figura que debía preparar algo más grande y verdadero.
Es Jesús en persona el propiciatorio, o sea, es la persona de Jesús la que hace propicio a Dios, que pone en buena relación a todo hombre con Dios. Y Jesucristo consiguió esta relación en vigor por el don de su sangre, por el don de su vida, por su participación total en nuestra experiencia humana. Con el sacrificio de sí mismo, nos redimió, nos liberó de nuestra impotencia, de nuestra incapacidad para entrar en comunión con Dios.
Este es el punto cardinal de la teología paulina, y se convierte en el punto cardinal de la fe cristiana. La salvación es por gracia, es un don gratuito de Dios; nadie la merece, todos pueden recibirla. En el capítulo 4 Pablo da un ejemplo de la historia de Israel y habla del patriarca Abrahán, el padre del pueblo y destaca cómo los escritos bíblicos exaltan la fe de Abrahán. Abrahán se convirtió en nuestro padre en virtud de su fe. Tuvo un hijo cuando era viejo porque confió en Dios. ¿Por qué se dio esta buena relación entre Abrahán y Dios? Abrahán es presentado como el amigo de Dios, porque confió en Dios. La ley no existía todavía. Abrahán vivió antes que Moisés; Abrahán no observa esas reglas legales. Es el amigo de Dios porque confiaba en él, pero yendo más atrás, Pablo llega al origen y en el capítulo 5 habla de Adán, el hombre por excelencia, es el modelo original del hombre, y es en este capítulo 5 tan importante donde Pablo trata el tema que los teólogos han esquematizado después como la doctrina del pecado original, es decir; significa que hay una condición universal de impotencia.
Pablo contrasta a Adán y a Cristo como dos modelos de humanidad y después de anunciar el cumplimiento en Cristo, después de decir que Cristo es el verdadero y auténtico hombre porque es capaz de una buena relación con Dios, muestra cómo en cambio Adán (el hombre) no tenía una buena relación con Dios, por el contrario, estaba en una situación de ruptura definitiva. Contrasta dos situaciones y formula lo que luego se convierte en el dogma del pecado original. Leo en el versículo 18: "Así pues, como por el delito de uno se extiende la condena a toda la humanidad, así por el acto de justicia de uno solo se extiende a todos los hombres la sentencia que concede la vida".
Se dice que la desobediencia de uno solo ha arruinado a todos y ahora se añade que la obediencia de uno solo justifica a todos. La condición universal de la humanidad es la impotencia, no puede entrar en relación con Dios, no puede ser amigo de Dios. Es solo la obra de Jesucristo que llena esta impotencia regalando la capacidad de una buena relación de amistad y justicia, como dice Pablo. “Por la desobediencia de uno solo (Adán) todos han sido hechos pecadores” (Rom 5,12).
Todos han pecado, todos son hechos pecadores; ‘pecadores’ no significa culpable de algo, sino incapaces, deficientes; lo que llamamos pecado original más que una mancha es un agujero, es un desgarro, es una brecha, no puedo solucionarlo. En virtud de esa desobediencia sigo siendo desobediente, pero aquí está lo contrario: "Por la obediencia de uno solo (Jesucristo) todos resultarán justos" (Rom 5,19). Así como todos llevan el pecado de Adán, todos llevarán la justicia de Cristo. Tienen esta oportunidad. Pablo quiere decir que si una persona está en una buena relación con Dios, no es por sus propios méritos, sino por la gracia de Cristo.
Aunque no conozca a Cristo, una persona que está en una buena relación con Dios está en una buena relación con Dios gracias a Jesucristo. No es necesario conocer a Adán para ser incapaz de hacer el bien; es una situación que sentimos está arraigada en nosotros y sin embargo la gracia también está arraigada en nosotros y actúa más allá del conocimiento teórico. Entonces el papel de la persona está en la aceptación de esta gracia. Pablo destaca cómo estamos en paz con Dios, justificados por la fe, y el espíritu de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, y esto sucedió cuando todavía éramos pecadores. Dios muestra su amor por nosotros porque cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por los impíos, no por los buenos, ni siquiera uno de ellos era bueno. Y porque todos eran pecadores Cristo murió por ellos. Y este acontecimiento de gracia dio vuelta la situación. La humanidad ya no está bajo el signo de Adán, está bajo el signo de Cristo.
Esta es la buena noticia, la salvación es posible; el hombre que era impotente ahora puede ser amigo de Dios. Este es el evangelio de Pablo, este es el corazón de la Carta a los Romanos.